Pues la verdad es que, dicho sin la menor intención de poner hiel donde por el momento abunda la miel, quizá el nuevo director del Grupo PSA en Galicia debiera insistir menos en sus buenas intenciones para con la factoría de Vigo porque de tanto repetir que no habrá reducción de empleo y que todo seguirá igual puede acabar provocando un cierto mosqueo en parte del mundo laboral. Lo que sería inoportuno e injusto, porque a estas alturas casi nadie de solvencia duda de que realmente piense eso y además lo quiera.

En ese marco ha de situarse el encuentro que mantuvo el señor Ianni con el presidente de la Xunta de Galicia, quien se interesó, como es lógico, por la perspectiva -a corto y medio plazo- de la factoría viguesa, pieza clave del prometedor clúster gallego del automóvil. Don Emilio recibió el mensaje que sin duda esperaba, y su tranquilidad ha de ser también la del país, entendido que la relación entre Gobierno y empresa ha de situarse en el escenario lógico: de estrecha colaboración, pero sin mezclar los planos. Lo que significa que el lado patronal ha de cumplir la ley y el político aplicarla con sentido común.

Dicho lo anterior, tampoco estaría de más una respetuosa solicitud para que el señor Ianni aportase más detalles acerca de algo sobre lo que, en contraste con la permanencia de la factoría en Galicia o la continuidad de su nivel de empleo, habló sólo de pasada: el recorte de gastos. El director de PSA hizo mención explícita a la necesidad de que los proveedores rebajasen sus tarifas, pero casi no volvió sobre ello a pesar de que podría tener una incidencia importante en los puestos de trabajo; cierto que no sobre los directos, pero sí en aquellos que llaman los especialistas inducidos y que, al final, cuentan tanto como los otros.

Es evidente que cualquier empresa, y más en el caso de una automovilística -que además de su tamaño y complejidad opera en un mercado especialmente delicado- ha de organizarse como le parezca oportuno. Y lo es que los cambios en la dirección de PSA se debieron a la necesidad de llegar a mejores balances que los habidos; la reducción de gastos, en ese esquema, no sólo es natural, sino también inevitable, y por tanto resulta razonable tender a ella con los métodos que se estimen oportunos, lo que incluye el manejo de ofertas diferentes en lo que a proveedores se refiere. Pero eso es delicado para ellos.

Algunos observadores, quizá demasiado atentos a la cuestión de la deslocalización, entienden por tal el traslado físico de las factorías, sin percatarse de que hay otra vía, menos evidente pero tan peligrosa como la anterior o más: el cambio del mercado en que la gran empresa se nutre de sus materiales o sus componentes. Galicia ha visto crecer su empleo en ese terreno y también lo ha visto decrecer, primero en la construcción naval y después en el textil: que ahora pudiera ocurrir en el automovilístico sería una mala noticia y de algún modo justifica un cierto mosqueo. Que el señor Ianni debiera eliminar. S´il vous plait.

¿O no?