Hay pasiones que vienen de muy lejos. Al inicio de la transición, El País iba a ser el periódico del centro derecha moderno y laico, pero hay razones del corazón que la razón no entiende, y todo corazón tiene su dueño. Cuando Aznar, en 1996, llegó al poder, inició un brutal acoso, algo así como una represalia tardía por aquel desaire juvenil. Frustrado el rapto, la acosada afiló las uñas. Tras las elecciones de 2004, en el PP creyeron que la SER y El País les habían robado lo que era suyo y no podía ser de otro. En la última Junta de PRISA, Polanco, bien mirada la cosa, echó un cable a la memoria juvenil, ofreciendo el cuerpo a una derecha moderna y laica, y penando que no exista. En el PP se abría así la herida del primer amor fallido, que Rajoy ni siquiera ha vivido en carne propia, pero le llega de sus padres. Nada ofende más que a uno le recuerden lo que pudo haber sido.