Pues la verdad es que, vista con espíritu constructivo, puede dar bastante de sí la oferta esa que el señor Núñez Feijóo, en nombre del PPdeG, acaba de hacer sobre los viajes al extranjero que los dirigentes políticos realizan. Ha dicho, don Alberto, que cuando se trata de visitas no estrictamente institucionales, los cargos públicos deben pagarlas con fondos de sus respectivos partidos; lo que no está mal pero no tendría por qué limitarse en el tiempo: si se trata de defender intereses de algunos no han de abonarse con dinero de todos, y por tanto lo de los cien días sobra. Dígase siempre, y a otra cosa.

La pega principal -porque tiene varias- consiste en saber quién, y con qué criterio, ha de determinar el carácter de los viajes y dónde se marca la frontera. Su señoría tendrá que convenir en la dificultad de esa marcación, que necesitaría de árbitros dotados con un criterio, y una capacidad de decisión, que ahora mismo nadie acierta a imaginar. Entre otras razones porque habría de establecerse con exactitud hasta dónde llega el interés general del país y el electoral de quien lo gobierna, y establecer un periodo concreto para eso es una suerte de utopía. Punto.

Dicho lo anterior hay que añadir que pese a todo no es imposible de conseguir: sólo es difícil. Una dificultad que nace en la propia condición del oficio político tal como se practica aquí: hoy por hoy es extremadamente ingenuo confiar en que alguien, quien sea y del color que sea, esté dispuesto a dejar a un lado cualquier ventaja electoral que le proporcione no ya la propaganda, sino incluso el simple quehacer diario. Se necesitarían políticos de un perfil que ahora mismo no es frecuente en Galicia. Todavía más: hay quien dice que ni siquiera existe.

La desconfianza no es sólo de los ciudadanos, que por supuesto visto lo visto, sino de los protagonistas públicos. Ayer mismo quedó clara la diferencia de visión entre unos y otros, y cuánto condiciona el lugar que se ocupa en el escenario: el señor presidente Pérez Touriño repitió casi literalmente -tanto que una de sus respuestas, "sobre esto ya lo dije todo", pareció calcada-, y aunque crea que no, lo de su predecesor don Manuel Fraga sobre las críticas que por electoralismo le hacía de la oposición tras los viajes. Por eso hay muchos más escépticos que creyentes.

(Por cierto que, ya puestos, seguramente procede otra reflexión: su señoría don Emilio -que ya regresó de Brasil- debiera quizá recordar que el lema del PSOE para la campaña local es algo así como "Mirando al futuro", lo contrario de lo que la Xunta que preside viene haciendo desde hace año y medio. Y no sólo porque no hay día en que no hable de lo que hacía el PP, sino porque buena parte de su actuación hasta ahora fue corregir lo que se había encontrado. Y puede que eso fuese necesario, pero que la verdad es que suena raro, transcurrido ya un año y medio)

Mientras, el número de personas que viajan a Suramérica, del PSOE y el PP sobre todo, aumenta; lo que no se sabe es si van de excursión, o qué.

¿Eh...?