Matías Colsada fue en vida un importante empresario del espectáculo, y en especial de la llamada revista española. En los tiempos de su máximo esplendor -mediados del pasado siglo- fue también el dueño del teatro Apolo de Barcelona y del Monumental de Madrid, dos templos clásicos del genero frívolo, y mantuvo en cartel numerosísimas obras, las más de las veces con su propia compañía. El argumento de la inmensa mayoría de ellas era un pretexto -asi siempre absurdo- para organizar una exhibición despampanante de señoritas semidesnudas, que cantaban y bailaban más mal que bien, pero abarrotaban el escenario con un despliegue contundente de muslos, caderas y pechos, para satisfacción visual de una concurrencia preferentemente masculina. La señorita más explosiva, también llamada "primera vedette", ocupaba un lugar destacado en el escenario, lo más cerca posible del público, al que de vez en cuando excitaba con algún guiño picaresco o algún gesto de complicidad. Ligeramente detrás de ella y a sus costados aparecían la "segunda" y la "tercera" vedette, casi igual de atractivas pero menos aparatosas y con los rasgos un tanto más afinados. Y, por último, al fondo, rozando el decorado, las chicas del coro, unas meritorias que agitaban las piernas al ritmo desganado de un sueldo que habían de completar alternando con los cazatalentos, casi siempre unos vejetes lujuriosos que prometían influencia y protección. A las chicas del coro se les llamó por extensión, en algún momento, las "chicas de Colsada", lo que da una idea de la impronta que don Matías dejó en ese mundillo. El caso es que debió de irle bien en los negocios porque ha dejado una suculenta herencia que se disputan su mujer, su hermano, y dos hijas que la prensa llama "ilegítimas", con un lenguaje tan periclitado por lo menos como el propio genero revisteril. Según pude leer, Colsada murió sin hacer testamento, y la viuda, Aurelia Buj, fue declarada heredera universal tras un juicio que concluyó con un acuerdo con su cuñado que había alegado que el matrimonio llevaba cuarenta años separado y que existían otros descendientes extramaritales. Una vez la viuda accedió a tomar posesión de la herencia y el hermano del difunto fue compensado con 525 millones, todo parecía estar en orden, pero las cosas volvieron a complicarse al aparecer las dos aludidas hijas ilegítimas que reclaman la mitad de la fortuna y denuncian a la viuda por estafa. Para acreditar su derecho hubo previamente que exhumar el cadáver para hacerle una prueba biológica, y el juicio está pendiente de verse ante la Audiencia de Barcelona. Por si la truculencia fuera poca, ha terciado en el litigio la famosísima Tania Doris, que fue vedette principal de Colsada y compañera sentimental suya durante bastante años. Tania Doris tuvo un cuerpo espectacular, que era el reclamo principal del espectáculo. Aunque eso no parece un argumento procesal relevante. Una cosa es el cuerpo del delito y muy otra un cuerpo de pecado.