"Había marineros que con los ojos cerrados sabían donde estaba la fenda o la guarida del pulpo", asegura el patrón mayor de Bueu, José Manuel Rosas que se emociona recordando a lobos de mar en estas artes, ya desaparecidos, como su padre Francisco o su vecino de Montemogos Salvador Fiel, un artista en la pesca con el bichero saltando de roca en roca. A una de las últimas personas que vio pescar pulpo con una de las artes más simpáticas de "visto a proa" -que era atravesar con los ojos el mar con la ayuda de unas gotas de aceite,- fue a su padre; "Era un artista, yo estaba de tercera división para abajo", dice el patrón.

Rosas no solo guarda todos esos recuerdos en su memoria sino que ha ido realizando en miniatura todas las artes que a lo largo de la historia se han ido utilizando para la captura del pulpo, desde que el cefalópodo empezó, dice él, a cogerse con las manos hasta hoy con las nasas de hierro.

Ayer llevó algunas de estas miniaturas a la conferencia que ofreció en el astillero de Banda do Río, dentro de las Xornadas sobre a Historia do Polbo, organizadas por el Concello y la Cofradía, con las que se sustituyó la Festa do Polbo, que este año no se pudo celebrar debido al coronavirus y en las que se homenajeó al marinero de Meiro Francisco Villar Lemos, que dedicó toda su vida al cefalópodo.

Rosas muestra un bichero, como la primera de las artes con la que los marineros, aprovechando la marea baja, buscaban en pozas y oquedades. Después se incorporó la lañeira con un cangrejo como cebo. Ahí ya no había lugar a fallo. Con el bichero solo, el pulpo podía escapar, pero el cebo de un cangrejo era mucho a lo que renunciar para un cefalópodo, que salía de su guarida y era atrapado, entonces por el bichero, explica el patrón mayor. También había rañas, piedras con rañóns (anzuelo), en las que el pulpo se enganchaba; o sin ellos, ayudándose con el bichero con varios ganchos.

Los marineros fueron inventando en artes y también apareció el cajón o mirafondos, con un cristal, algo muy artesanal que hacía el efecto de una gafas de buceo que posado sobre el mar, con el marinero de rodillas en la proa de la lancha, dejaba ver el fondo. "El pulpo de aquella subía por arriba del mejillón y se cogía en poca agua", recuerda Rosas que hace memoria de auténticos artistas en Ons como Pepucho, Tío Juan o Juanito o la familia Agulla, en Beluso.

En este recorrido por la historia de las artes del pulpo, el patrón mayor llega a los años 80 cuando aparecen las nasas. Aquellas primeras, de las que tiene réplicas en miniatura, se hacían de madera, con alambre y varas de mimbre. Hubo que perfeccionarlas porque el pulpo entraba y salía con el bocado que se le ponía, un trozo de jurel abierto por la mitad, como "Perico por su casa". Había que vencer al pulpo y la carnaza se metió en una bolsa para hacerle quedar más tiempo en la nasa y así fue cómo se llegó a las actuales nasas, de hierro, con forma plana para asentarse en el fondo del mar.