Ángel Martínez depositaba sus bandejas con navajas sobre la mesa de subastas de la lonja de Cangas con la esperanza de recuperar precio. Desde la pandemia del coronavirus, en marzo, este sector no ha dejado de trabajar, pero sin subastas debido al confinamiento, y obligados a un precio pactado de 7 euros el kilo. Durante los meses duros del confinamiento han estado vendiendo a las conserveras y a particulares para que el marisco siguiera en las pescaderías, pero ayer se reanudó la subasta de este molusco bivalvo en la lonja, procedente de las aguas de Barra, y el producto se vendió al mejor postor, etre los 8,70 y los 9 euros el kilo.

Las subastas aún no son lo que eran. Navalleiros, compradores y curiosos van todos con mascarilla. Hubo menos movimiento que antes y la puja fue más silenciosa, pero en lo que las mascarillas dejaban ver en las caras, se sentía la alegría de volver a luchar por mejores precios y los nervios de estar pendientes de la pantalla de subastas.

El subastador comenzó la puja a las dos de la tarde con media docena de compradores presentes en la sala, todos caras conocidas como la de José Luis Fontán, de Mariscos Islas Cíes. Se llevó el primer lote, de unos 100 kilos, que él escogió entre los alrededor de 300 de navaja a la vista en lotes por bandejas de 11 o 14 kilos. Él se llevó 9 bandejas a 8,80 euros el kilo, que escogió removiendo el moluso para ver su tamaño y color. La clarita es la más demandada, asegura, aunque hay quien también prefiere la navaja grande y más negra. Añade que el 100% d e las empresas del sector estuvieron en ERTE durante el confinamiento porque el marisco prácticamente no se vendía al estar la hostelría cerrada, pero desde hace unas semanas dice que empezó a notarse demanda en toda España, con compradores desde Levante, al norte del país y Madrid. La navaja prácticamente es exclusiva de Galicia, con algo en el sur, y es muy admirada. En el resto del país se cría más bien el longueirón, en zonas de Santander y Delta del Ebro.

Saray Bellón, otra compradora habitual, estaba con su abuela Josefa Dios, de la que aprendió el oficio como también de su madre. Son de la empresa "Delicatessen da Ría", de Portonovo y se llevaron 70 kilos.

Andrés Ferreira, de "Marisquera de Vigo" compró 50 kilos. Asegura que el precio fue alto por cómo aún está el mercado, ya que hasta el día 1 no se abre la temporada.