Mientras la organización del Entroido de O Hío se esfuerza en recuperar la esencia del mismo: ese respeto a los gaiteiros de las siete aldeas que en los palcos se baten en buena lid, esas vivas que se lanzaban al viento y ese recibimiento a los gaiteiros, a los que se ofrecía en cada aldea baldes de vino; las ambulancias tomaron el protagonismo por la tarde. Van y vienen de Cangas a O Hío con inusitada frecuencia, mientras que las patrullas de la Guardia Civil abren camino y atienden también una pelea que hubo en Vilanova. Es el entroido de tarde, cuando la máscara olvida su naturaleza y se regocija en un botellón ambulante que la organización bien quisiera que desapareciera.

Durante la mañana, la caravana multicolor recorre lenta el camino de Vilariño a Iglesario. Casi 2.000 personas llegan a esta primera parada, con buenas sensaciones. Hay gentes de todas las edades, desde bebés en su silla hasta señoras de 85 años en las suyas, como es el caso de Petronila González, que la asistía su hija Violeta Rodal. No había en O Iglesario ninguna referencia al "narcosubmarino", que se presumía iba a tener protagonismo en el entroido de O Hío. Pero no. Los asistentes prefirieron otras máscaras. Se debió de confirmar definitivamente la presencia de gallegos en la luna, porque el disfraz de astronauta fue muy recurrido, igual que el de aviador. Después, había indios y vaqueros, vikingos, príncipes y princesas y hasta mosqueteros, como también frailes y animadoras de fútbol americano. Tampoco faltaron los árabes ni las parejas de boxeadores y algún superhéroe de Marvel se vio entre la comitiva, que no reparó en coronavirus ni otras gaitas, como sí lo hizo el Carnaval de Venecia, que bajó este año el telón por la pandemia que amenaza.

En O Iglesario llegaron los cofrades del entroido muy juntos. Pero había quien se había saltado la ruta y ya esperaba en Iglesario con la comida y la bebida preparada. De repente, comenzaron a llegar por otros caminos y vías máscaras que se bajaban de los coches, justo en el punto que la Policía Local había cortado al tráfico. Y las cerca de 2.000 personas creció a 3.000 o más, según la organización.

En esta primera parada se daba cuenta de un buen almuerzo con el fin de continuar la jornada a pie hasta Vilanova, antes de pasar por Pinténs. Al pide de una taberna el lugar, un jhaiteiro cantaba "pendille un bico a unha moza" y aseguraba que era falso que os "Jahiteiros de Nerjha veñen a tocar de balde". Allí se conformó un coro peculiar que ofreció jolgorio sano al carnaval, mientras que los gaiteiros de O Iglesario ofrecían sus piezas al público desde el famoso palco verde. El campamento de Iglesario se levantó ya cerca de las 15.00 horas. En Pintés, ya se contaba por miles los asistentes al famoso entroido de O Hío. Protección Civil de Cangas aseguraba que había ya 5.000 personas en esa inmensa masa que se serpenteaba la estrecha carretera que conduce a Vilanova.

Aseguran que a las 18.30 horas esta aldea era una hervidero de máscaras. Esta vez se apuntaba ya a que 7.000 personas había entrado en la aldea, sin afán de conquistador, pero con ánimo de conquista. A esa hora fue cuando las ambulancias se empezaron a escuchar en Cangas y los coches patrullas de la Guardia Civil también iban y venía de Cangas a Vilanova por los comas etílicos. El regreso se hacía lento y desperdigado, como los que regresaban de una aventura finita.

El entroido en O Hío sigue hoy con el recorrido por la otra mitad de la parroquia, por Nerga, en donde se comerá, y Donón.