Cada día Sarita atraviesa un grupo de fincas de la parroquia de Darbo para llegar a su destino, en el que le espera su ración diaria de comida. Las sobras de un restaurante cercano le sirven a ella y a sus cuatro crías para alimentarse y subsistir. Todo empezó cuando una noche desaparecieron dos cubos con comida que estaban guardados en un jardín para alimentar a los animales de una familia. Los vecinos de la zona se extrañaron de los hechos ya que nunca antes les había ocurrido algo similar. Decidieron entonces que esa noche se quedarían a vigilar la comida para comprobar quién o qué era lo que se la "robaba". Su sorpresa fue máxima al ver que un gran jabalí acudía al lugar y se comía todos los alimentos que, momentos antes, habían depositado como cada tarde en los cubos. El animal era de gran envergadura, por lo que las personas allí presentes decidieron no hacer nada para pararlo.

Poco a poco el jabalí fue familiarizándose con el entorno y acudía día a día al lugar para disfrutar de la comida que los vecinos dejaban en el cubo. Éstos, sorprendidos por la presencia diaria del animal, empezaron a fijarse más en él hasta que descubrieron que el jabalí era en realidad una hembra, y que probablemente estaba preñada.

Con el paso del tiempo, a alguien se le ocurrió la idea de ponerle un nombre al jabalí, y a partir de ese momento todos pasaron a conocer al animal por el nombre de Sarita, "porque é un animal moi bonito".

Llegó un momento en el que la recién bautizada como Sarita desapareció. Los vecinos pensaron que ya no la volverían a ver más hasta que unas semanas más tarde el animal volvió a aparecer por el lugar. Pero esta vez venía acompañada por sus crías, los cuatro jabatos a los que, imaginan los vecinos, dio a luz durante el tiempo que estuvo ausente.

Sarita volvió desde entonces a su rutina habitual, siempre acompañada de sus cuatro jabatos. Al principio los animales acudían a la finca por la noche, pero cada vez es más común verlos a plena luz. En los últimos días es común que Sarita y sus pequeños jabatos se acerquen a Darbo en la tarde noche, a partir de las ocho. Aunque no tiene un horario de visita fijo, todos los días atraviesa con sus crías un grupo de fincas para llegar a su destino. Una vez allí deambula por la zona, subiendo a cada rato al lugar en el que tiene la comida. En el momento en el que se acaban todos los alimentos, se ve como Sarita se aleja por las fincas, deshaciendo el camino que recorre todos los días.

Los vecinos están encantados con la presencia del animal y sus cuatro jabatos, e incluso hay personas que ya los consideran "como de la familia". Cada día, aproximadamente a las ocho de la tarde, se crea una gran expectación alrededor del jabalí ya que son muchos los que acuden al lugar para observar cómo Sarita y sus crías comen.

Poco a poco el animal se va acostumbrando a la presencia de la gente, que le saca fotos continuamente e incluso, los más osados, se atreven a acercarse al lugar en el que comen. En los últimos días Sarita se decide incluso a dar de mamar a los cuatro jabatos en presencia todos los que acuden a mirarla. Cuando por fin se le acaba la comida, Sarita se va. Hasta el día siguiente.