La villa de Vigo y su comarca están próximos a celebrar el 201 aniversario de la Reconquista de las tropas francesas. Aquella efemérides tuvo lugar el 28 de marzo de 1809. La villa fue rendida y entregada a las tropas imperiales apenas dos meses antes. Su estancia fue breve y su expulsión de Galicia tampoco se haría esperar. Por tal motivo iniciaremos a través de FARO DE VIGO una serie de aventuras marítimas en conmemoración de aquella gesta, una serie de relatos acaecidos durante el período napoleónico que comprende de 1793 a 1814, en el que finaliza nuestra guerra de Independencia. Creemos que estos episodios serán interesantes por ser inéditos, desconocidos de la historiografía gallega, lejos de lo que hasta ahora nos tienen acostumbrados. Se trata de acciones de guerra marítima llevadas a cabo contra nuestra marina de cabotaje por navíos de guerra unas veces franceses y las más veces británicos.

Los abordajes se llevaban a cabo contra solitarios mercantes de pequeño tonelaje: balandres, quechemarines, goletas, fragatas,…embarcacionesque aunque llevaban a bordo armas de fuego e incluso cañones, de poco servían. Eran siempre insuficientes y las piezas de escaso calibre. Quienes les abordaban no eran precisamente grandes “navíos de línea” (esos se destinaban para combates navales), sino la mayor parte embarcaciones generalmente de su mismo tipo, pero les superaban en tonelaje, velamen, hombres y fuerza. En definitiva, aunque de menor tamaño, eran buques aptos para la guerra cuyo único objetivo consistía arruinar el comercio marítimo del enemigo impidiendo de ese modo pudiera abastecerse.

Los pocos capitanes que habían tenido la fortuna de haberse librado de caer prisioneros aun perdiendo la carga, tras llegar a puerto denunciaban lo sucedido.

Primer episodio

En el año 1806 Inglaterra hace poco que sale victoriosa de Trafalgar y sus buques de guerra británicos merodean desafiantes la costa llevando acciones de castigo contra nuestro cabotaje. Su osadía les llevaba a fondear dentro de la Ría a la espera de cualquier navío que pretendiese entrar o salir.

El día 5 de junio, se presenta ante el escribano de la villa de Cangas, Antonio García Guardado, el patrón y capitán José de Sande del quechemarín “San Nicolás” un navío de cabotaje de dos palos matriculado en Camariñas. Su patrón declara lo siguiente:

“Salí del puerto de la Coruña por contrato hecho con Marcial Francisco Abad hace 15 días con cargamento de 631 fanegas de trigo con destino al puerto de Vigo donde debía descargarlo a la orden del vecino de Porriño, Manuel Pérez Costas”.

“A los pocos días de navegación, tuve necesidad de entrar en el puerto de Camariñas por encontrar vientos contrarios a la navegación. Salí de nuevo el día 28 por la noche. Al amanecer del día siguiente tuve que desviar el rumbo ante la presencia de buques enemigos por lo que traté de buscar tierra entrando por la Boca del Centolo, frente La Lanzada para navegar próximo a la costa por dentro de las islas de Ons para que en caso de persecución o abordaje pudiera refugiarme en puerto. Pero la casualidad quiso que una fragata inglesa, enemiga de nuestra patria, que allí se encontraba agachada y fondeada por la parte también de dentro de la isla, me descubriera. Traté de desviarme, pero pude comprobar para mi mala suerte que en la Punta de Cabicastro, hacia la parte de Portonovo había un bote de la fragata con marineros ingleses que con gran esfuerzo remaban hacia nosotros con intención de apresarnos. Rápidamente pusimos toda la vela aprovechando que el viento nos favorecía, tratamos de poner distancia entre nuestros perseguidores que remaban con diligencia. Al poco, conseguimos entrar en la Ría de Aldán, pero pronto el viento calmó. Observamos sorprendidos que los del bote inglés, incapaces de dar alcance a nuestro quechemarín, abandonan la persecución para regresar a la fragata de guerra. El buque inglés levó anclas, izó velas y vino en nuestra persecución a toda prisa al tiempo que comenzó a abrir fuego con sus cañones sobre nosotros para que nos detuviéramos.

Con todas la velas desplegadas y aprovechando el escaso viento conseguimos ganar la costa y desembarcar en la playa de Pintens que era la más próxima y por las prisa que teníamos debido a las balas que nos tiraban de la fragata que pasaban unas cerca y otras delante del barco, conseguimos varar en la playa no sin antes tropezar con una piedra o roca que allí hay, por lo que empezamos a anegarnos de agua y estando ya el enemigo inmediato a nuestro barco, los vecinos y paisanaje de aquel lugar de Hío dándose cuenta de nuestra mala situación, acudieron en nuestra ayuda con sus armas de fuego e hicieron fuego desde la orilla con sus escopetas y fusiles haciendo que el asalto inglés fuese rechazado, gracias a que el paisanaje de estos lugares tiene armas y está entrenado en su manejo, emprendiendo la huida y retirada hacia la fragata en el bote que soltaron.

Al ruido de los disparos y cañonazos ingleses acudieron en nuestro auxilio muchas más lanchas y toda clase de embarcaciones con gentes de Aldán e Hio que con su ayuda consiguieron llevarnos el buque hasta Aldán al objeto de alejarnos y escondernos de los ingleses. Allí donde nos permitió la marea, varamos y amarramos en el lugar que llaman Punta del Con. Por la tarde de aquel día, vino a enterarse de lo sucedido el Ayudante de Marina de Cangas acompañado de algunos soldados y como todo había cesado, al anochecer decidió regresar a la villa.

Al día siguiente por la mañana, dejé la tripulación a bordo del San Nicolás y yo me fui a eso de las once a oír misa a la parroquial de Aldán, cuando el paisanaje del lugar comenzó a alarmarse gritado que la lancha de los ingleses entraba de nuevo en la Ría. Esto visto esto por los hombres de mi dotación, deciden desembarcar para refugiarse en tierra dejando el quechemarín abandonado que aún no flotaba. Pudimos comprobar como un gran bote con 18 ó 20 hombres armados de fusiles se apoderaron del buque, picaron cabos, izaron velas y hacían prisa por quitarlo donde estaba varado y llevarlo mientras otros disparaban contra el paisanaje de Aldán que estaba en tierra. Lejos de atemorizarse, acudían cada vez más gentes en ayuda del quechemarín, y para capturarlo, los ingleses hacían un fuego vivo de fusilería y esmeriles esparciendo muchas balas por aquella inmediación para hacer huir el paisanaje.

Defensa

Pero los vecinos estaban tan instruidos en el manejo y la defensa que algunos optaron por entrar en los almacenes de salazón que hay en aquel lugar, propiedad del catalán don Francisco Genaro Ángel que allí tiene para fábrica de sardina y haciendo agujeros en la pared y muralla para disparar desde ssellos hacían un fuego vivo y continuado, pasando ahora la situación a ser ventajosa de los paisanos cogiendo así a los ingleses al descubierto y muy cerca, sin posibilidad de protegerse, teniendo estos que dejar la acción de apoderarse del buque y ponerse en fuga para salvar sus vidas porque aun así tuvieron varias bajas, debido sin duda, a los disparos desde tierra era muy vivo y los balotes tan cerca que no podíamos sino que hacerles mucho daño por cuyo motivo no tuvieron más remedio que huir remando precipitadamente hacia la fragata.

Operación frustrada

La captura del quechemarín una vez más quedó frustrada. Los enemigos, lo único que pudieron llevarse del quechemarín fue un hermoso abadejo fresco con su bandeja y un pasador que estaban en cubierta. En su precipitada fuga ellos dejaron abandonados sobre cubierta unos cartuchos de fusil.

Horas más tarde, llegó de nuevo a Aldán el Ayudante de Marina con algunos soldados para organizar la defensa, pero no hizo falta gracias al decidido comportamiento vecinal de ambas poblaciones. Pronto se pasaría informe de lo acaecido al Comandante Militar del Tercio y Provincia de Vigo quien ordenó se descargase el grano de trigo para almacenarse en tierra en aquel mismo puerto de Aldán y pudiera disponer de él su destinatario, al tiempo que el comandante militar aconsejaba lo peligroso que sería llevarlo de inmediato a Vigo por si los ingleses no se habían ido.

Nota. Embarcaciones como El San Nicolás, desde finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX, llegaban a Vigo estos barcos graneros con destino a la Real panificadora de Porriño. El trigo iba a su famosa tahona donde se elaboraba y cocía en sus hornos el pan que debía abastecer las tropas acantonadas en la comarca. La popular “ bola de pan do Porriño” que recoge la tradicional copla gallega de San Benitiño.