Entre las primeras obras que tuvo que afrontar el párroco de O Hío entre 1844 y 1884, Juan Manuel Míguez Alonso, fue el arreglo de la techumbre de madera de la iglesia, amenazada de ruina, y contrató de nuevo a Antonio Cerviño, que ya hizo la bóveda de la iglesia, según los estudios que ha realizado sobre su antecesor hace 135 años, el actual párroco, Alfonso Fernández Sotelo. Cuenta el religioso que "el desarrollo de ésta y otras obras pueden rastrearse en los libros parroquiales. "...Y en el año 1853 se hicieron las bóvedas" (L. IV de B., fl. 197). No puede referirse a todas las bóvedas del templo, porque el tramo correspondiente a la ampliación por la cabecera es del año 1788, reproducido en una de las claves del crucero. Por tanto debe referirse únicamente a la de la nave, dividida en tres tramos por arcos fajones".

Con respecto al retablo, el párroco actual encontró que en el año 1849 se hizo de nuevo y de piedra el altar mayor: "Sabemos que esta obra se subastó en 1827, siendo rector Antonio Iglesias y Boan (1823-1844), y que no vio cumplida por su larga enfermedad y por la escasez económica que sufría la parroquia". Añade Fernández Sotelo que "en la Visita de 1827 se recomienda al rector que recupere las cantidades que algunos fabriqueiros y depositarios tienen atrasadas, hasta un total de 13.220 reales". Consta textualmente que "el cura use todos los medios que le sean posibles, aún judiciales, para reunir los caudales poniéndolos en poder del último mayordomo o depositario, empleando lo que sea preciso hacer el Rateblo de Capilla mayor" (II L. de F., fl.65).

Las obras se prolongaron en el tiempo y dice el párroco que don Juan Manuel les inyectó la fuerza necesaria para verlas concluidas, "es decir, después de poner las cuentas al día, por mandato del Arzobispado. Sierte años más tarde, en el 1856 se pintó el altar mayor". Este hecho se sitúa en el año 1859, así como las mesas de los altares colaterales, por el "maestro pintor José Baena". Para el párroco, tres años de diferencia "sólo supone un desajuste de cálculo, sin embargo es importante esta anotación porque añade el nombre del pintor...Nos guste o no, lo construyeron en piedra para ser pintada".

De su antecesor

Don Juan Manuel tomó el programa de obras de su antecesor "por gusto o bien obligado por la necesidad y la voluntad firme de los Visitadores que no cejan en estas reivindicaciones". Además se presentan otras necesidades, como por ejemplo, hacer un cementerio en el exterior de la iglesia, que se ejecuta en 1849, el "Campo Santo", puesto que ya se había proyectado la construcción de 73 sepulturas de adulto y 20 de niños que subsisten frente a la fachada del templo.

La pila bautismal es obra -dice el párroco- que sorprende por sus dimensiones, y ser esculpida en un solo bloque de granito. decora el e terior con motivos florales, y como una extraordinaria copa se apoya sobre una corta columna poligonal. Se situaba en el centro del baptisterio, un cuadrado, en el ángulo izquierdo que forman las paredes de la fachada y norte, con piso de madera y balaustrada. "Cuando se suprimió éste, tras la reforma litúrgica posterior al Vaticano segundo, en tiempos del párroco don Antonio Graña González, la pila se movió hacia las paredes indicadas para dejar más espacio vacío en la nave, y se hundió 40 centímetros por debajo del nivel de enlosado de la nave". Siguiendo el mismo documento, se encuentra "en el mismo año (1856)...se hizo la pila de tomar agua bendita..., el púlpito con la pila bautismal". Con respecto a la primera, y en tiempos del párroco Constantino Míguez (sobrino del homenajeado), se añadió una pieza de mármol con los huecos para el agua y otros utensilios "que coincide con lo que se anota en otro lugar: 267, 40 reales de la pila de mármol de bautizar". Ninguna otra referencia halla el párroco sobre la pila bautismal.

En cuanto a sus dimensiones, es posible, según Fernández Sotelo, que Juan Manuel Míguez quisiera emular la que existe en su parroquia de origen, en San Miguel de Pesegueiro, en el municipio de Tui.

El púlpito se conservó tal cual era hasta comienzos de 2003. Su estructura de madera se elevaba sobre una columna de piedra, que pervive en el mismo lugar como ambón. Si hizo desaparecer porque se había convertido en un trasto sin utilidad.

El párroco Juan Manuel añadió dos pilones en 1864 a la magnífica Fonte do Geu, que construyó el rector Jacinto Gregorio de Castro Ozores, para que los feligreses pudieran lavar cómodamente la ropa y recoger también agua para sus viviendas.