Liberación de rehenes

Una de las israelíes liberada por Hamás asegura que, tras "el infierno" del ataque, fue "bien tratada" en Gaza

“Entraron desbocados y hubo una masacre en nuestro kibutz, me secuestraron subiéndome a una moto y huyeron conmigo hacia Gaza a través de los campos”, relató Lifshitz a sus 84 años

Lifshitz, una de las rehenes liberadas por Hamás.

Lifshitz, una de las rehenes liberadas por Hamás. / JANIS LAIZANS / REUTERS

Ricardo Mir de Francia

Del terror en el kibutz a su secuestro a lomos de una motocicleta; de su traslado a través de los túneles de Gaza a casi tres semanas de cautiverio en poder de Hamás. La octogenaria activista por la paz Yocheved Lifshitz, liberada el lunes por la noche junto a Nurit Cooper (80 años) por la milicia islamista, que esgrimió “motivos humanitarios” para dejarlas en libertad, ha hablado este martes con la prensa desde un hospital de Tel Aviv para describir las interminables jornadas que vivió desde que fuera secuestrada el pasado 7 de octubre en el kibutz Nir Oz. “Fue un infierno, nunca esperamos que acabaríamos en esa situación”, dijo refiriéndose al masivo ataque inicial de los islamistas sobre el sur de Israel que puso en marcha esta guerra y en el que murieron 1.400 personas, la mayoría, civiles israelíes ejecutados a sangre fría. “Nos trataron bien, se ocuparon de todos los detalles”, añadió para referirse a su cautiverio. 

Su odisea comenzó el llamado Sábado Negro. "Entraron desbocados y hubo una masacre en nuestro kibutz, me secuestraron subiéndome a una moto y huyeron conmigo hacia Gaza a través de los campos. Volaron la valla. Se había construido una valla electrificada de 2.000 millones de dólares y no sirvió de nada", relató Lifshitz sus 84 años. Casi la mitad de la población del kibutz fue vapuleada. 180 de sus 400 residentes fueron asesinados o secuestrados, según 'The New York Times'. "Irrumpieron en nuestras casas, golpearon a la gente y algunos de nosotros fuimos secuestrados. No hubo distinciones, secuestraron a ancianos y jóvenes", explicó a los medios. 

Tras encontrarla tirada en el suelo, los milicianos la subieron a una motocicleta. “Me golpearon con palos y me quitaron las joyas. No me rompieron las costillas, pero me hicieron mucho daño en esa zona y eso hizo que me costara respirar”. En la moto fue trasladada a Gaza y metida en la red subterránea de túneles construida por Hamás en los últimos años para dar cobertura a sus capacidades militares y afrontar una eventual invasión israelí, como la que ahora parece avecinarse. “Parecía una telaraña. Empezamos a caminar por los túneles, sobre suelo embarrado y húmedo hasta que llegamos a una sala en la que había 25 personas reunidas”, contó en una comparecencia televisada, según la traducción de ‘Haaretz’ y ‘Yedioth Ahronoth’. Una vez allí, el grupo fue separado y Lifshitz acabó con otras cuatro personas de su kibutz en una habitación.  

Tratamiento médico

Junto a su marido, que sigue secuestrado en Gaza, Lifshitz ha dedicado parte de su vida a ayudar a los enfermos de la Franja a salir del enclave para ser trasladados a hospitales con más recursos, según le contó su nieto a Reuters. “Una vez allí nos dijeron que creían en el Corán y que no nos harían daño. Viviríamos en las mismas condiciones que ellos en los túneles”. A cada rehén se le asignó un guardián y se les dio tratamiento médico, según Lifshitz, particularmente a uno de los cautivos del grupo, que resultó herido tras caer de la moto. “El paramédico lo visitaba todos los días y le limpiaba las heridas durante una hora y media. El doctor le dio antibióticos y, a los cuatro o cinco días, le cambio el tratamiento hasta que mejoró”. 

Nos trataron bien, se ocuparon de todos los detalles, incluso de la higiene femenina”, siguió Lifshitz. "Nos limpiaban los retretes, ¿se imagina? Los limpiaban con Lysol para que no enfermáramos porque tenían miedo de una epidemia". Los rehenes les dijeron que no querían hablar de política. "Pero ellos hablaban de todo tipo de temas. Fueron muy amistosos con nosotros”. Lifshitz subrayó que en todo momento, sus captores, se esforzaron por mantener el lugar limpio. “Se aseguraban también de que comiéramos, exactamente lo mismo que ellos, pan de pita con queso procesado y pepino”. 

Críticas al Gobierno israelí

Lifshitz cerró su relato criticando al Ejecutivo de Binyamín Netanyahu y su aparato de seguridad por no haber impedido el ataque. “Hemos sido los chivos expiatorios del Gobierno”, dijo a la prensa. “El Gobierno nos abandonó hace tres semanas. Hamás nos dio una lección, por así decirlo. Llegaron en tropel por las carreteras, incendiaron nuestros campos y enviaron globos para prender fuego a nuestros campos. El Ejército no se lo tomó en serio”. En Gaza quedan todavía más de 200 rehenes y secuestrados, después de que el Ejército israelí precisara este martes que Hamás se llevó a 222 personas. Cuatro rehenes -- todas ellas mujeres-- han sido liberados hasta ahora en dos momentos distintos.

Antes de salir de Gaza, con el coche de la Cruz Roja Internacional esperando para trasladarla a Egipto y desde allí de vuelta a Israel, Lifshitz hizo una pausa para despedirse de uno de los encapuchados de Hamás. De acuerdo con las imágenes de televisión, le dio la mano y le dijo "'shalom'". Paz.