Los dirigentes ucranianos no dejan de repetirlo desde que las tropas rusas invadieran su territorio el pasado 24 de febrero: “Rusia no tiene intención de detenerse en Ucrania. Ni lo pretende ni lo hará. Quiere ir más lejos”, dijo hace un mes el presidente ucraniano, Volodímir Zelensky. Esa tesis ya resonaba con fuerza en los despachos de la OTAN y las capitales del espacio postsoviético, pero ha ganado enteros a raíz de las declaraciones este viernes del número dos de las Fuerzas Armadas rusas en su Distrito Central. El general Rustam Minnekayev ha afirmado que su ejército no solo pretende ocupar el este y el sur de Ucrania, sino que tiene en el punto de mira a Transnistria, la región secesionista y prorrusa de Moldavia.

No está claro si Minnekayev es un verso libre o ha expresado la posición oficial del Kremlin, que, por el momento, no se ha pronunciado al respecto. Pero sus palabras arrojan un poco de luz en el túnel de opacidad y desinformación del régimen de Vladímir Putin, el mismo que dijo que no invadiría Ucrania, el mismo que sigue refiriéndose a esta invasión a gran escala como una “operación militar especial” o el mismo que ha dicho que en Bucha no se hizo daño a un solo civil. En cambio, Minnekayev parece haber hablado con una claridad diáfana al decir que, “desde el inicio de la segunda fase de esta operación especial”, “uno de los objetivos del ejército ruso es tomar el control completo del Donbás y del sur de Ucrania”.

“Eso establecería un corredor terrestre hasta Crimea y a la vez afectaría a intereses vitales de la economía ucraniana, los puertos del Mar Negro desde los que se exportan sus productos agrícolas y metalúrgicos”, dijo durante un foro de la industria militar rusa en la región de Sverdlovsk. Esas ambiciones todavía se tienen que materializar porque su ejército no controla completamente ninguna de las regiones mencionadas. Tampoco en el sur, donde no ha acometido todavía el asalto contra Odessa, la perla turística por excelencia de Ucrania, ni ha logrado el control de Mikolaiv.  

Pero está moviendo ficha para consolidar sus posiciones y darles una pátina de legitimidad. Las autoridades ucranianas repiten desde hace días que Rusia planea un “referéndum” en las regiones sureñas de Jersón y Zaporiya, la misma herramienta que utilizó en 2014 en Crimea como primer paso para anexionarse la península. Sus planes, sin embargo, no acabarían ahí, según el general Minnekayev. “El control del sur de Ucrania es otra puerta hacia Transnistria, donde hay también evidencias de que la población rusoparlante está siendo oprimida”, añadió en unas palabras recogidas por la agencia Tass. 

El disputado estatus de Transnistria

Ese argumento es parecido a uno de los invocados por Putin para invadir Ucrania (habló de “genocidio” en el Donbás) y, años antes, dos regiones de Georgia. Rusia ya intervino en Transnistria a principios de los noventa para respaldar a las fuerzas separatistas de esta región moldava y fronteriza con Ucrania, que se declaró independiente de Moldavia en 1990, lo que dio pie a una guerra con Chisinau cerrada dos años después con un alto el fuego. Ni Moldavia ni la gran mayoría de países del mundo han reconocido esa independencia y el mes pasado el Consejo de Europa designó a Transnistria como territorio bajo ocupación rusa. El ejército del Kremlin tiene allí apostados a 1.500 militares. 

Al igual que han hecho Ucrania y Georgia desde que comenzara esta guerra, Moldavia ha lanzado formalmente su candidatura para formar parte de la Unión Europea y, paralelamente, se ha reanudado en el país el debate para plantear una posible reunificación con Rumanía, que es miembro de la OTAN. Un escenario que aportaría al pequeño país de tres millones de habitantes la seguridad que ahora no tiene. 

Finlandia y Suecia debaten su entrada en la OTAN

Más dramático es el vuelco geopolítico que se están planteando Finlandia y Suecia a raíz de la tragedia ucraniana, dos países con una larga tradición de neutralidad en el ámbito militar. El primero, que comparte más de 1.300 kilómetros de frontera con Rusia, ya ha iniciado el debate parlamentario para determinar su posible adhesión a la OTAN, respaldada ahora en los sondeos por la mayoría de la población finlandesa. “Nuestro entorno de seguridad ha cambiado dramáticamente desde la invasión rusa de Ucrania”, dijo hace unos días el ministro de Exteriores finlandés, Pekka Haavisto

En Suecia la cosa va algo más lenta, pero el camino es el mismo y también su población ha pasado a apoyar por estrecho margen la adhesión, un margen bastante mayor si se hace al unísono con Finlandia. Incluso el gobernante Partido Socialdemócrata de Olof Palme, históricamente opuesto a entrar en la OTAN, se está replanteando su posición. Son dos de las consecuencias sísmicas de esta guerra, dos de los tiros por la culata de Putin, cuyo Gobierno ya ha advertido que habrá “consecuencias políticas y militares” si ambos países acaban uniéndose a la Alianza Atlántica.