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Comicios

Venezuela llega a las elecciones regionales con la victoria del madurismo casi cantada

La división entre las fuerzas opositoras y la alta abstención pronostican, salvo un milagro, una victoria de la formación del presidente

Nicolás Maduro.

El inventario de daños es inenarrable en Venezuela. El PIB se ha derrumbado un 75% durante los últimos ocho años. La pobreza, según cifras extraoficiales, golpea al 74% de la población. Lo único que suben son los precios de una economía dolarizada. Falta el agua, se corta la luz, escasean las vacunas contra el covid y también el sentido común de una oposición que, al dividirse otra vez, ha abierto las puertas de una nueva victoria del madurismo en las elecciones regionales de este domingo. Solo un milagro podría torcer ese escenario.

Ni siquiera la suma de problemas y sufrimientos ha llevado a los adversarios del presidente Nicolás Maduro a transitar un camino común en las urnas. Los comicios serán por primera vez en 15 años observados por la Unión Europea, un panel de expertos de las Naciones Unidas y el Centro Carter, de Estados Unidos. Se ponen en juego 23 gobernaciones, 335 alcaldías, además de concejos municipales. Las mujeres representan apenas 16% de esas candidaturas en juego.

"La victoria de la Revolución está garantizada", se jactó Diosdado Cabello, número dos del Gobierno. "Hay esperanza y estamos retomando la movilización y la organización", dijo el opositor Henrique Capriles, uno de los referentes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Los partidos que la integran abandonaron el abstencionismo de las contiendas de 2018 y 2020, convencidos de que era mejor disputarle el poder a Maduro a través del voto, a pesar de algunas reglas electorales adversas fijadas por el Estado. No logrado sin embargo reunir a todas las expresiones políticas que quieren el cambio en Venezuela ni contagiar a la población de entusiasmo. La consultora Delfos estima que un 50% de las personas en condiciones de votar podría quedarse en sus casas.

El fantasma de la abstención

El socialdemócrata Henry Ramos Allup, uno de los referentes de la MUD, sabe que solo una participación masiva puede torcer un resultado que el madurismo da por cantado. Votar, dijo, "es la manera de llevar la democracia a todos los hogares venezolanos". Allup reconoció no obstante que no se ha logrado un "bloque perfecto" para materializar ese anhelo. El expresidente de la Asamblea Nacional (AN, Parlamento) lamentó que no haya fructificado una alianza con Voluntad Popular, el partido que lidera desde España Leopoldo López y del que forma parte Juan Guaidó, a quien Estados Unidos todavía reconoce como "presidente encargado" de ese país, a pesar de su muy acotada influencia interna.

"Maduro, el único atentado contra las elecciones lo ha ejecutado tu dictadura desde 2013, robándose el derecho a elegir de todos los venezolanos", dijo López, al fundamentar su rechazo a la contienda. Guaidó repite el mismo argumento. El exdiputado también ha roto amarras con uno de sus socios, Julio Borges, de Primero Justicia, quien lo acusó de manejar de manera dudosa los activos venezolanos en el exterior que habían sido confiscados por EEUU. La falta de unas primarias de toda la oposición para dirimir candidaturas también ha afectado sus aspiraciones electorales.

El diálogo y el dólar

Las elecciones se llevan a cabo mientras el diálogo entre el Gobierno y la oposición, patrocinado por México y Noruega, se encuentra otra vez estancado. El Palacio de Miraflores se retiró semanas atrás de la mesa de conversaciones debido a la extradición a Estados Unidos de Alex Saab, un empresario colombiano que es acusado en un tribunal de La Florida de ser testaferro de Maduro. El Gobierno lo considera un patriota porque Saab ha contribuido a romper las sanciones económicas de Washington contra Caracas.

La contienda coincide además con una reactivación de la actividad petrolera. El crecimiento de esa industria, sumado a ciertas módicas muestras de florecimiento económico en Caracas, al calor del dólar, indican, para algunos analistas, que el desastre de los últimos ocho años podría estar llegando a su fin. El PIB caería en 2021 solo un 1,5%, toda una victoria para un Gobierno que ha coexistido con derrumbes de 10 o 20 puntos.

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