La justicia ha hablado y Estados Unidos vuelve a contener la respiración ante la posible reacción a su dictado. Un jurado de Kenosha (Wisconsin) ha absuelto este viernes de los cinco cargos que enfrentaba a a Kyle Rittenhouse, el adolescente que armado con un rifle semiautomático mató en agosto del año pasado a dos personas e hirió a una tercera en protestas que se vivieron en la ciudad después de que la policía disparara por la espalda a Jacob Blake, un ciudadano negro.

Tras dos semanas de juicio y unas 26 horas de deliberaciones, los cinco hombres y siete mujeres del jurado han respaldado con su veredicto el argumento de la defensa propia sobre el que los abogados de Rittenhouse, que ahora tiene 18 años, han construido su caso. Y con su decisión han ignorado a la fiscalía, que en sus argumentos finales aseguró que “no se puede alegar defensa propia contra un peligro que tú has creado”.

En el caso de Rittenhouse, igual que está sucediendo en otro en Georgia por el asesinato del joven negro Ahmaud Arbery a manos de tres hombres blancos, se han combinado algunos de los asuntos más explosivos que vive EEUU en este momento, una mezcla en la que aparecen cuestiones de raza y racismo y el auge de las protestas en algunos casos violentos pero también de una creciente ola de “vigilantismo” en la que ciudadanos de un país inundado de armas en manos de civiles están tomándose la justicia por su mano.

Rittenhouse ha reaccionado a la lectura del veredicto rompiendo a llorar y derrumbándose brevemente. La tensión, mientras, es elevada ante la posibilidad de que en las calles vuelvan a vivirse protestas. La presencia policial se ha intensificado en Kenosha y el gobernador de Wisconsin tiene preparados a 500 efectivos de la Guardia Nacional por si las fuerzas del orden reclaman refuerzos.