En el colegio en el que estudia el español Alfonso Garnacho se oyeron los disparos. Está a 100 metros de la plaza 24 de octubre de Utrecht y tras el suceso las puertas del centro se cerraron y todos los alumnos fueron confinados lejos de las ventanas. El padre de Alfonso, Fernando Garnacho, estaba en contacto telefónico con su hijo. "Estábamos tranquilos, dentro de lo posible, porque me decía que había policías; aunque en las proximidades seguían buscando a uno de los sospechosos y a todos nos viene a la cabeza lo que esa gente es capaz de hacer cuando se siente acorralada", dijo.

Alfonso, de 15 años, sale todos los lunes del colegio Unic a las 12.00 horas, pero ayer no pudo hacerlo hasta cinco horas después. El centro estaba en el perímetro de seguridad y hasta que no se bajó de nivel la alerta antiterrorista no pudo regresar en bici a su casa. "Por la mañana me había confundido y le había metido a mi hijo comida, explicó Fernando Garnacho.

Laura Bergia Ortega también acudía en bicicleta a clase, en la Hoge School de Utrecht, cuando en el otro extremo de la ciudad tenía lugar el letal tiroteo. Las autoridades universitarias cerraron las puertas del centro. Ella permaneció "tranquila porque había seguridad en el edificio, aunque había mucha gente nerviosa".