Los "chalecos amarillos" protagonizaron ayer la protesta más violenta en muchas semanas, en un intento de demostrar al presidente, Emmanuel Macron, que no piensan ceder. Más de 200 personas fueron detenidas en la 18ª jornada de movilización, con unos 32.300 manifestantes en toda Francia, 10.000 de ellos en París, una cifra más alta que las de los últimos sábados.

La jornada registró desde primera hora altercados de importancia y estaba destinada a mostrar que el movimiento mantiene su fuerza, pese a las promesas gubernamentales. "Después de esta jornada, al menos para mí, no habrá más manifestaciones. Habrá acciones de verdad, tendremos que proponer bloqueos. Hemos demostrado que sabemos manifestarnos, que no ha funcionado y que no hemos sido escuchados", indicó en las redes sociales uno de los líderes radicales del movimiento, Éric Drouet.

La décimo octava manifestación era crucial porque con ella se cumplían cuatro meses de protestas y se celebraba un día después del final del gran debate nacional impulsado en enero por Macron para intentar atajar la crisis social y política desatada desde mediados de noviembre por los "chalecos amarillos".

El Arco del Triunfo fue epicentro de los altercados en la capital, que alcanzaron un nivel de violencia inédito desde hacía semanas y que las fuerzas del orden intentaron contener con gases lacrimógenos, cañones de agua y unas 230 detenciones.

En los Campos Elíseos hubo comercios de lujo saqueados o incendiados, el histórico restaurante Fouquet's acabó destrozado y, en una avenida cercana, el incendio de un banco obligó a evacuar todo el edificio, donde hubo once heridos leves. En total, hubo 42 heridos entre los manifestantes, diecisiete agentes y cinco bomberos.

"Profesionales del desorden equipados y con máscaras se han infiltrado en los cortejos. Mi consigna a la Prefectura de Policía: responder con la mayor firmeza a esos ataques inadmisibles", escribió en Twitter el ministro del Interior, Christophe Castaner.