La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, separada desde ayer del poder por el Senado, encajó su derrota anunciando que luchará contra "otro golpe de Estado", el que a su juicio han perpetrado sus adversarios al promover un "impeachment" (juicio político) en su contra que se desarrollará a lo largo de los próximos seis meses en la Cámara alta.

Durante ese tiempo, el cargo que ocupaba la pupila política del expresidente Lula estará en manos de su vicepresidente, Michel Temer, que ayer mismo tomó posesión al frente de un Gobierno con representantes de nueve fuerzas políticas, todas del centro y la derecha, y en el que, por primera vez desde 1985, no habrá ninguna mujer.

La acusación que permite al Senado apartar a Rousseff temporalmente del poder es que maquilló los Presupuestos de 2014 y 2015, incurriendo así en un delito de responsabilidad. Es lo que aprobó la Cámara alta por una sonada diferencia de votos: 55 a favor, 22 en contra, y después de una maratoniana sesión con más de veinte horas de debates.

Tras recibir la notificación que le informaba de su separación del cargo durante un máximo de 180 días -mientras el Senado debate si es culpable y debe ser destituida, o inocente y puede volver a la Presidencia-, Rousseff se despidió de sus colaboradores en el palacio de Planalto y salió después a saludar a los militantes concentrados en los alrededores. Con ella estaban sus más estrechos colaboradores, incluido Lula, quien, como su ahijada política, se emocionó en varios momentos. En su discurso, Rousseff empleó los términos con los que desde hace meses moteja el proceso de "impeachment".

Habló de "golpe" que ha puesto en juego "el futuro de Brasil", pero esta vez añadió una nota personal e histórica al confesar que nunca creyó que sería necesario "volver a luchar contra un golpe" como el que a ella le supuso prisión y torturas durante la dictadura brasileña (1964-1985). En un mensaje en el que reivindicó los logros sociales de los gobiernos de su partido, el PT, que inauguró Lula en 2003, pidió a sus partidarios que se mantengan "movilizados, unidos y en paz", porque "la lucha por la democracia no tiene fecha para acabar". "El mayor riesgo en este momento es que el país sea dirigido por los sin votos, aquellos que no fueron elegidos por la población y que no tienen legitimidad", denunció en alusión al ya presidente interino Temer.