Todavía se sigue utilizando la palabra ‘Maracanazo’ para definir una victoria de un equipo, preferentemente en una final, en campo ajeno y teniendo todos los factores en contra. Eso es lo que le pasó a Brasil en su Mundial de 1950 cuando Uruguay fue capaz de llevarse la Copa del Mundo contra todo pronóstico en la última jornada de la liguilla que decidía al campeón.

A los brasileños les bastaba con un empate mientras que a los charrúas solo les valía ganar. En un Maracaná lleno hasta la bandera -cerca de 200.000 espectadores- los goles de Schiaffino y Ghiggia remontaron el inicial de Friaça para dejar helado a todo Brasil, que ya daba por hecho el triunfo de su selección. El ambiente triunfalista del país provocó que la herida fuera muy grande y que hoy en día todavía se siga diciendo que esa fue la derrota más dolorosa de la selección brasileña en toda su historia

Un formato atípico

La FIFA recuperó el Mundial después que los de 1942 y 1946 quedaran suspendidos por la Segunda Guerra Mundial. Las sucesivas retiradas provocaron que solo participasen 13 países: 6 europeos (España, Inglaterra, Italia, Suecia, Suiza y Yugoslavia) y 7 americanos (Bolivia, Brasil, Chile, Estados Unidos, México, Paraguay y Uruguay).

Debido a su formato de competición, que fue usado solo en esta edición, la Copa Mundial de 1950 fue la única en la que no se celebró una final. En la fase preliminar los 13 participantes se dividían en cuatro grupos para enfrentarse todos contra todos en una vez. Los ganadores de cada grupo (Brasil, España, Suecia y Uruguay) pasaban después a una liguilla de cuatro bajo el mismo sistema, de la que saldría el campeón, que fue Uruguay, con gran sorpresa.