La calles están vivas antes que uno llegue a ellas. Por ejemplo, Fran y Patricia Soto están en Loriga hace siete años pero su memoria de esa zona le viene de su padre, Baldomero, que nació no lejos, en Falperra, pero venía de chaval con su pandilla a robar manzanas no a esta calle, que estaba ya trazada desde el 27, pero sí a sus aledaños, puras fincas con frutales. Y hacía bien: no era un niño sano en aquel tiempo el que no robaba fruta entre juegos infantiles.

A Fran le gusta mucho hurgar en el pasado, y preguntó a quien sabe la historia de esta vía. En los años 20 era la finca de Alberto Crespo, un terrateniente emprendedor que consiguió permiso municipal para urbanizarla abriendo la calle por su cuenta y encargando nada menos que al arquitecto Jenaro de la Fuente la construcción de tres edificios, el 7, 9 y 11. Abrió la calle en 1927, que fue el año en que Joaquín Loriga (aviador de gran fama natural de Lalín, que en los tiempos primeros de la aviación asombró al mundo volando de Madrid a Manila), aterrizó en Panxón aplaudido por multitudes. Poco después moriría en accidente y el Ayuntamiento de Vigo propuso darle su nombre a la calle hecha por Crespo.

Si se busca la personalidad de la misma se podría decir que siempre fue de gente emprendora. Desde los 40 o poco más olía a chocolate por dos fábricas, El Pilar y La Oliva, que había en ella. Había otras dos de caramelos desde los 50, y también hubo fundición, de Alfredo Iglesias, y una fábrica de plásticos y almacenes de plátano y maderas. Y los de Joaquín Bovillo, herederos del tal Fresco. Y ahora La Canalla, y Ad Hoc...