Ni apocalípticos ni integrados

Antonio Monegal propone nuevas aportaciones al concepto de cultura

Antonio Monegal.

Antonio Monegal. / FdV

La dicotomía propuesta en los años sesenta por Umberto Eco en su obra Apocalípticos e integrados en la cultura de masas sigue funcionando en muchos análisis que se hacen sobre el estado de la cultura en las sociedades del siglo XXI, pero actualmente existen otras propuestas que trascienden la división entre cultura de masas y cultura de élite que tanto juego ha venido dando desde entonces. El catedrático de Literatura comparada Antonio Monegal ha sido galardonado con el Premio Nacional de Ensayo por Como el aire que respiramos. El sentido de la cultura (Acantilado), una obra en la que propone nuevas consideraciones relacionadas con el concepto de cultura. Para el autor, como dice en su título, la cultura es tan necesaria como el aire que respiramos: “Un bien común de primera necesidad, que forma parte indisoluble de la vida de todos” (p.156). Se trata de demostrar que ese bien común no es aquello que está reservado únicamente para una minoría selecta. También propone Monegal poner en segundo plano, sin negarlos, los valores que se atribuyen a la cultura como motor económico e instrumento de cohesión social, principales indicadores utilizados para seducir a los poderes políticos y a los contribuyentes cuando se trata de justificar las inversiones públicas en cultura. Se produce la paradoja de que aquellas actividades culturales que más apoyo necesitan son las que menos beneficio económico generan y son disfrutadas por un número más reducido de personas. Para Monegal hay que proteger la cultura de los dos frentes por la que está amenazada: el frente neoliberal que sostiene que lo que no se sustenta por sí mismo no merece ser protegido por los poderes públicos, y el frente progresista, que propone la libre circulación y el acceso gratuito a la cultura, que perjudica la propiedad intelectual y fomenta la precariedad de los creadores.

Concepto más global

Para superar los argumentos de los apocalípticos de la cultura de masas (es explícita la crítica de Monegal a propuestas como la que Vargas Llosaexpone en La civilización del espectáculo), el autor propone un concepto de cultura más global que abarca casi todo lo importante que ocurre a nuestro alrededor, incluido lo que conduce a la destrucción de la naturaleza y a la mayor parte de los conflictos violentos que desgarran el mundo. Y, por supuesto, a aquello que, siguiendo a T.S. Eliot, sirve para la adquisición de la sabiduría, el disfrute del arte y el placer del entretenimiento. Se acerca al concepto incluido en la definición antropológica de Burnett Tylor que se refiere a los hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad: la cultura como ideal civilizatorio o de progreso que aporta instrumentos para la interpretación del mundo. También niega Monegal ese concepto de cultura según el cual el prestigio depende de la posesión de bienes culturales o de un patrimonio cultural, porque entonces la sociedad culturalmente más rica sería la que tuviera más monumentos y no la más dinámica y creativa. Los bienes culturales no son solo materiales sino que muchos también lo son inmateriales cuyo valor no es cuantificable desde el punto de vista económico.

En este ensayo se alude a esa frustración manifestada por George Steiner sobre la inutilidad de la cultura para evitar tragedias humanas como el Holocausto. Para este pensador el concepto elitista de la alta cultura estaría relacionado con la injusticia social, al no poder acceder a ella las clases menos preparadas y al ser la clase hegemónica la que impone los criterios para considerar cuándo una persona es culta. En la actualidad se han desdibujado las fronteras entre la alta y baja cultura, lo selecto y lo popular, lo minoritario y lo masivo. Y también entre la creación y el consumo, con la aparición de blogueros, influencers, youtubers, algoritmos y otras figuras en el ámbito de los nuevos medios impulsados por internet y las redes sociales. Otros límites que desaparecen son los que separaban lo propio de lo ajeno, en beneficio de la fusión, el mestizaje y la hibridación, productos de la globalización.

Monegal defiende la identificación de la Ciencia con la Cultura, y sobre todo con la Educación, pero no en sentido materialista de preparación para el mercado laboral sino como dimensión educativa en la edad adulta (“la cultura es la educación de los adultos”, que dice Calixto Bieito).

Se abordan también en este ensayo, desde el punto de vista cultural, los conceptos de memoria colectiva, los conflictos de identidad (sexual, étnica, religiosa…), el cosmopolitismo enfrentado al nacionalismo y las relaciones entre la cultura y la política.

Imagen

Como el aire que respiramos. El sentido de la cultura

Autor: Antonio Monegal

Editorial: Acantilado

Nº de páginas: 176

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