Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Bálsamo para un mundo al límite

Wilco, el grupo de Chicago, hace un receso y se refugia en los modos folk para conjurar traumas mundanos

Jeff Tweedy, líder de Wilko. | //

Después de dos décadas trabajando para quitarse de encima la etiqueta de banda neocountry o de country alternativo, experimentando con la electricidad y el formato de canción en torno a un mutante art-rock, Wilco hace una pausa y recupera el lenguaje acústico con vistas a las praderas. ¿Qué ha ocurrido? El estado mental flotante, propiciado por la pandemia, ha llevado a Jeff Tweedy y compañía a buscar confort en las sonoridades más familiares, acaso buscando el calor de hogar.

En realidad, Cruel country es el disco folk que Wilco nunca había llegado a grabar, ni siquiera en sus primeros tiempos (el adorado Being there, de 1996, contenía dinámicos espasmos de rock), ni tampoco en la era previa de Uncle Tupelo. Es ahora, en el año 28º de su formación, cuando entregan esta obra dominada por medios tiempos y piezas de clima recogido, entre vestigios campestres, dinámicas emotivas y algún que otro punto de fuga cósmico, sacando partido de utensilios como el pedal steel y el dobro.

Canciones que gravitan en torno a textos meditabundos en los que Jeff Tweedy, autor, una vez más, de todo el temario, cruza sus observaciones de un mundo en pleno shock (la espera pandémica, para “que nada cambie”, bascula en torno a la reposada The plains, heredera del Hank Williams más intimista) y esboza sus enmiendas al estado de la nación. Empezando por la declaración del tema titular: “Amo mi país, estúpido y cruel/ Rojo, blanco y azul”, canta sobre mínimos andamios instrumentales, tras lo cual concluye que “todo lo que tienes que hacer es cantar en el coro”. La terapia sobre la identidad norteamericana envuelve Hints: “¿Recuerdas cuando nos olvidamos de que éramos un continente vacío?”.

Cruel country, título que juega con el doble sentido, puede parecer algo lineal en la primera escucha, efecto agravado por su extensión (21 canciones), pero contiene un mundo de modos y acentos provechosos. Con incursiones aventuradas en Bird without a tail / Base of my skull, la pieza más despegada del suelo, entre pasajes de vaga mística paisajística, y los ocho minutos vaporosos de Many worlds. Contrastan sin brusquedad con el trote country más canónico de Falling apart (right now)’,el crepúsculo orquestado de Country song upside-down y el dulce psicoanálisis de Story to tell, donde Tweedy habla de la pugna con sus fantasmas en un mundo que “siempre está al límite”.

Después de un ciclo de trabajos que no han llegado a cuajar entre el grueso de su público, tal vez Wilco recupere viejas sintonías con esa llamada a las esencias.

Canciones con sustancia no le faltan a Cruel country, un disco grabado en directo en el estudio, invocando el espíritu de grupo.

Compartir el artículo

stats