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Miguel González Somovilla Editor de “Novelas Escogidas” de WFF

“A Fernández Flórez no le gustaba que lo etiquetasen de humorista”

El periodista asturiano ha realizado la edición en Biblioteca Castro de un volumen con cuatro de las novelas más significativas del escritor gallego, autor de “El bosque animado”

El periodista Miguel G. Somovilla. / FDV

Wenceslao Fernández Flórez (A Coruña, 1885-Madrid, 1964) fue uno de los escritores más prolíficos e incomprensiblemente olvidados de las letras hispanas del siglo XX. Los cuatro títulos reunidos en este tomo reflejan la esencia de su larga trayectoria: Volvoreta, la obra que lo consagró como autor; El secreto de Barba Azul y Las siete columnas, que forman parte, junto con Relato inmoral, de “Las novelas del espino en flor”, y El bosque animado, probablemente su mejor libro y sin duda el más popular y perdurable

–¿Cuándo y cómo empezó a interesarse por la obra de Wenceslao Fernández Flórez?

–Yo ya había leído algunas de sus novelas, pero sobre todo sus artículos periodísticos, concretamente las crónicas parlamentarias que escribió para el Abc, pero cuando Darío Villanueva me propuso realizar esta edición ahondé muchísimo más en la obra narrativa de Fernández Flórez, que ya comenzó en 1910 con la publicación de La tristeza de la paz. Y la verdad es que he descubierto a un autor muy prolífico y heterogéneo.

–Es usted un gran estudioso de Cunqueiro. ¿Qué conexiones hay entre la obra de Wenceslao y la de don Álvaro? 

–Cunqueiro escribió varias veces sobre Fernández Flórez y siempre lo hizo con gran admiración y respeto. De hecho, en uno de sus artículos don Álvaro destaca la “innegable galleguidad” de la obra de Wenceslao. Eso quiere decir que Galicia, en sus respectivas literaturas, es un elemento común entre ambos. Sin embargo, está bien claro que se trata de dos autores con registros literarios muy distintos, a lo cual añado otra diferencia sustancial: que Cunqueiro fue un escritor esencial en lengua gallega mientras que Wenceslao apenas publicó en toda su vida una novelita en gallego titulada A miña muller, de la que me da la impresión de que fue una traducción del castellano, idioma en el que también fue editada.

–¿También ha hallado alguna conexión entre las obras de Valle Inclán y Fernández Flórez?

–José Carlos Mainer, uno de los mayores especialistas en Fernández Flórez, ha apuntado que, efectivamente, en sus primeros relatos Wenceslao tenía una notable influencia de Valle Inclán y que por eso nunca quiso reeeditarlos, tal vez temeroso de que lo acusasen de “copiar”a don Ramón.

–Uno de los aspectos que sorprenden es su relación con Castelao, tanto profesional como personal.

–Hasta donde yo he conseguido llegar, la relación entre ambos comienza hacia 1912. Ese año se publican en el periódico Noroeste de A Coruña los primeros artículos de Wenceslao sobre Castelao y las primeras caricaturas de Castelao ilustrando textos de Fernández Flórez. Fue una relación y una admiración mutua que se mantuvo hasta los años 30. Después, es obvio, los caminos políticos que tomaron uno y otro a partir de la guerra civil fueron ideológicamente muy dispares.

–El humor es un elemento inherente a la literatura de Fernández Flórez. ¿Cómo lo describiría? 

–Él fue, y lo afirmó en reiteradas ocasiones, incluso en su discurso de ingreso en la Real Academia Española dedicado a Quevedo y Cervantes, un hombre que se tomaba el humor muy en serio y que consideraba que el humorista no es un clown, no busca la risa fácil. Durante su vida, se quejó mucho de que esa etiqueta que le pusieron de humorista limitase la trascendencia de su literatura y provocase, en ocasiones, su encasillamiento. En este sentido, también recuerda a Cunqueiro, que tampoco soportaba que lo señalasen como humorista. El humor de Fernández Flórez suele ser sutil, a veces cortante, a veces negro, en ocasiones sorprendente, y no siempre fácil de captar.También tiene rasgos de ternura y suele estar muy enraizado en la tradición gallega.

–Fue un autor muy popular, vendió mucho y tuvo miles de lectores, pero desde 1940 decae su producción literaria y después pasa al casi al olvido. ¿Qué ocurrió?

–Efectivamente, tuvo su época más brillante y fructífera durante las décadas de los 20 y los 30, e incluso de finales de la de los 10 del siglo pasado. A lo largo de esos años él fue todo un superventas en una España con un 25% de analfabetismo, lo cual aumenta su mérito. Pero ya después, y sobre todo tras la guerra civil -y si bien “El bosque animado” aparece en 1943- comienza su declive, aunque continuase publicando hasta casi su muerte. “¿Qué ocurrió?”, me pregunta. Pues decir que su olvido se debió a su posicionamiento político profranquista (era amigo de Franco)me puede parecer una de las causas de su declive, pero no la única ni la más importante. Yo creo que ese olvido tiene que ver con razones propias de las modas y las corrientes literarias y a que, si bien es cierto que consiguió un gran éxito popular entre los lectores, también lo es que siempre tuvo a la crítica literaria en su contra. Y eso hasta lo dijo, y escribió, la mismísima Emilia Pardo Bazán.

–Pero en los últimos años semeja haberse recuperado su prestigio.

–Sí, y paradójicamente, uno de los autores relacionados con eso fue Camilo José Cela, que a su vez también se ha convertido en un olvidado cuando se cumplen tan solo 20 años de su muerte. Cela fue de los que se confesaron admiradores de WFF. No hay que olvidar tampoco que las adaptaciones al cine han hecho mucho por ello, sobre todo la que José Luis Cuerda realizó de El bosque animado. Y, evidentemente, también hay que destacar la labor que ha desarrollado la Fundación que lleva su nombre.

–Del mismo modo que sus novelas merecen ser “rescatadas” ¿sería también merecedor de que se editase una selección de sus artículos periodísticos?

–Por supuesto que sí, aunque es su obra periodística muy amplia y variada. Pero una buena selección de ella sería muy recomendable porque, aunque no tanto como Cunqueiro, Wenceslao estuvo muy vinculado al periodismo de su época. Hay que recordar que, autodicacta, sus primeros artículos los publicó a los quince años de edad en periódicos de A Coruña y Ferrol, y que lo hizo por razones de supervivencia, porque su padre había muerto y había que ayudar al sustento la familia. Y después, fueron muy especialmente sus colaboraciones en la prensa las que le permitieron sobrevivir.

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