Entrevista | Atanasio Pandiella Alonso Médico investigador del Cetro de Investigación del Cáncer en Salamanca

“Necesitamos racionalizar la investigación y hacerla más responsable y cabal”

“Hablamos de fármacos muy sofisticados, pero hay cientos de millones de personas que no tienen acceso y toman lo que tienen, plantas”

Anastasio 
Pandiella.

Anastasio Pandiella. / A. Blasco

Este asturiano, licenciado y doctorado en Santiago, fue seleccionado como uno de los investidores más influyentes del mundo, según el ranking elaborado por la Universidad de Standford. Desde su laboratorio en el Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca, busca dianas terapéuticas para atacar al cáncer. Principalmente, el de mama, pero con incursiones en otros, como el de colon. Ya ha localizado algunas prometedoras. Ayer acudió al Instituto de Investigación Sanitaria Galicia Sur a hablar de anticuerpos conjugados a un fármaco.

–¿Qué son?

–En Oncología llevamos desde finales del siglo pasado utilizando anticuerpos contra proteínas de células tumorales. Se hacen en ratones, pero después por ingeniería genética se humanizan para poder inyectarlos a personas. Ahora hay una sofisticación, una versión 2.0. Al anticuerpo se le pega un producto altamente tóxico para las células y que intentamos dirigir a las tumorales. Es como un camión que lleva una carga de bombas, va por las carreteras que son la sangre y en el destino final, las descarga. Hace ya más de 10 años que se usa en clínica y hay una explosión ahora de estudios clínicos, aunque a la práctica aún no han llegado muchísimos. Hay entre 15 y 20, pero habrá más.

–¿Por qué? ¿Es la gran esperanza?

–Una de ellas. Hay tres muy importantes: los fármacos inmunomoduladores, los ADC y los inhibidores químicos pequeñitos . Y por otro lado, la terapia celelualr, los CART. Pero es uno de los campos ahora más calientes.

–¿Qué supone de nuevo el hallazgo del nuevo fármaco contra la proteína CD98hc?

Es un trabajo, de momento, experimental. Como el campo de los ADC está buscando nuevas dianas, nosotros hemos encontrado una que puede ser interesante para una compañía. Ahora viene una parte de desarrollo y nosotros no tenemos la capacidad económica. El trabajo nuestro es identificar potenciales dianas. Esta la hemos validado y ahora la hemos puesto en el mercado. Abre una nueva posibilidad de tratamiento, por ejemplo, podría ser a personas que se vuelven resistentes a tratamientos convencionales, cosa que habría que probar. Lo importante es encontrar nuevas dianas que podamos accionar y de esta manera tener un portfolio de productos anti tumorales suficientemente amplio, para que la gente que tiene algunos tipos de tumores pueda beneficiarse. Por ejemplo, en cáncer de mama HER2+ tenemos un portfolio que da gusto. En el año 2000 no tenía casi nada, ahora tenemos 78 fármacos.

–Dijo hace dos años que el cáncer de mama podría estar controlado en 2050. ¿Lo mantiene?

–Eso espero.

–¿Y se podría controlar el cáncer en general?

–Hay que hablar de cada tipo de tumor. Hay algunos que puede que sí, que vemos cómo va cayendo la mortalidad. Si haces una proyección, el de mama llegaría a la mortalidad cero en 2050. Aunque hemos tenido un problema, la pandemia, confío en que a mediados de siglo estemos en unos niveles altísimos de buenas respuestas al tratamiento, cosa que no va a pasar con otros tumores. Por ejemplo, hay uno de la sangre que los cáculos nos llevaban a 2090. El de páncreas no lo hemos analizado, pero es muy rebelde. O hay algo revolucionario, como con el melanoma, o vamos a tener más problemas. En pulmón se han dado pasos importantes, pero también es rebelde. Aunque ahí hay prevención. Si no fumas, la probabilidad es baja. En melanoma, si te proteges bien, también. Por favor, con cremas de 50 no de 10. En cáncer de pecho, no tenemos. Todo va a ir mejorando, pero algunos van a tardar más.

–¿Dentro de este siglo?

–Yo espero que la mayoría sí.

–Entonces, ¿Los efectos de la pandemia se siguen percibiendo

–Hubo un parón. Estuvimos durante un año cerrados con mascarilla. La hemos quitado hace nada y hay gente que no iba al médico por miedo.

–¿Cuáles son los obstáculos para que tengamos controlado el cáncer casi como una enfermedad crónica?

–El cáncer como enfermedad crónica es algo que no comparto. Hay que eliminarlo, porque la célula tumoral es muy cabrona, no puedes dejarla ahí. Muta, se adapta, escapa a los tratamientos. Si la dejamos durmiendo o hibernando, en algún momento puede saltar. Dicho esto, ojalá pudiéramos cronificarlo, pero lo importante es erradicarlo y para eso necesitamos más conocimiento, más medios e investigación. ¿Qué nos aporta? Si nosotros paramos ahora la investigación, nos quedamos donde estamos. ¿Es eso lo que queremos? ¿O queremos curar la diabetes el Parkinson, enfermedades cerebrovasculares y, por supuesto, el cáncer? Necesitamos, sobre todo, que las Administraciones hagan un esfuerzo por racionalizar la investigación: que se junten los que investigan cosas parecidas para ser más fuertes, que se estudian problemas importantes como la resistencia a los fármacos...Una investigación más responsable, más cabal.

–¿Y eso no se consigue con organismos como el Centro de Investigación Biomédica en Red (Ciber), en el que está usted?

–Lo favorece Es un buen consorcio, pero podemos hacer más. Hay que pedirle más a los investigadores. Que se colabore más. Por ejemplo, si hay gente buena en España haciendo anticuerpos monoclonales, que los hay, que nos den apoyo, en vez de comprarlos a una compañía. Saquemos más jugo a nuestros investigadores. No lo hacemos bien.

–¿Cree que en este país cuesta acceder a algunos tratamientos novedosos?

–Sí. Hay un problema en España y en Europa con algunos fármacos que se aprueban años después que en Estados Unidos. No es de recibo. Que un fármaco que se aprobó allí hace dos años con un efecto fantástico aquí digan que no está claro o que hay que ver el coste-beneficio... Como médico investigador no me importa el costo. Quiero que la gente de mi país tenga lo mejor y lo tenga rápido. Que los políticos busquen de dónde sacar el dinero.

–Y ya no hablemos del acceso en los países menos desarrollados.

–Allí la vida es diferente. Estoy trabajando con gente de Argelia y estuve con otra de Chile, con los que analizamos el potencial efecto antitumoral de plantas de allí. El centro de salud más próximo para los que viven en Atacama es a 200 km. En Argelia no pueden acceder a un fármaco que que vale 60.000 euros al año. Colaboramos con gente de la universidad de Mascara para analizar extractos de plantas autóctonas, del desierto, que toma la gente cuando está mala. Hemos encontrado efecto antitumoral en alguna, no tan eficiente. Vas a congresos y hablas de cosas muy sofisticadas, muy llamativas, pero hay cientos de millones de personas que no tienen acceso y viven de lo que tienen al lado.

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