Entrevista | Javier Pascual Garófano Abogado y docente en la Universidad San Pablo-CEU

“No se incentiva el diálogo y a chicos de 20 años les da apuro pedir un café”

El profesor vigués presenta mañana “Conversación y oratoria para profesionales”

El abogado y profesor Javier Pascual.

El abogado y profesor Javier Pascual. / Ricardo Grobas

Carolina Sertal

Carolina Sertal

En una era dominada por las nuevas tecnologías y en la que gran parte de la comunicación y de la conexión interpersonal se han visto desplazadas al mundo digital, los estudiantes y profesionales han de afrontar importantes desafíos en materia de conversación y oratoria, y es que los expertos ya constatan una significativa pérdida tanto de las habilidades sociales como de las pautas de convivencia. Siendo consciente de ello, el abogado y profesor vigués Javier Pascual Garófano ha compilado en un libro una serie de recomendaciones útiles para disponer de una buena oratoria en público. Acompañado por el periodista Fernando Franco, el autor presentará su obra mañana en la Casa del Libro, a las 19.30 horas.

–¿Por qué surge la idea de condensar en un libro pautas para hablar en público?

–Llevo 15 años dedicándome a la docencia en Magisterio, en el Ceu, y he comprobado que cuando intento enseñar al alumnado a hablar en público, normalmente les ayuda mucho empezar por una conversación. Los pongo por parejas y les voy mostrando aspectos de la conversación con los que todo profesional debería contar, por ejemplo, que se percaten de aquello que les cuesta más, cómo se sienten más cómodos, cómo conseguir una escucha empática... y en el momento en el que se adaptan al otro, pasamos a que se dirijan a un público de 20 o 50 personas. Estas dinámicas dan resultado y por eso he intentado, aprovechando también mi trayectoria como abogado, puesto que estoy habituado a tener conversaciones con muchos clientes, plasmarlo en un libro dirigido a estudiantes y profesionales. De nada servirá que estudies mucho derecho civil, mucho derecho mercantil, si no sabes cómo comunicarte con un cliente, eso hay que practicarlo. Tras haber impartido también estas pautas en clase, en asociaciones, cámaras de comercio y pymes, me pareció buena idea dar el salto a un libro, pienso que es una buena herramienta para que los jóvenes practiquen y no tengan reparos a hablar en público o a las conversaciones profesionales.

–¿Qué no debe faltar en una buena conversación?

–Una de las pautas que siempre doy, que además está muy estudiado, es que en cualquier conversación de calidad siempre tiene que estar presente la congruencia personal. Cuando uno procura tener una buena comunicación debe pararse primero a conocerse bien, a aceptar lo que siente, comprender qué está pasando, la guía es: Sentir hasta la raíz, saber lo que sientes y decir lo que sabes. Esta congruencia es algo que se entrena y se trabaja. Otro aspecto fundamental es la aceptación incondicional. Cuando te sitúas frente a alguien, debes prestarle tu atención, tu cariño y tus conocimientos especializados, pero sin ponerle condiciones, hay que evitar prejuicios.

–Después de tantos años impartiendo clases de oratoria, ¿de qué forma ha modificado la comunicación las nuevas tecnologías?

–No soy un experto en redes sociales, pero voy a dar una respuesta remitiéndome a casos que los profesionales han constatado. Hace una o dos generaciones, cuando dejabas a un niño en un parque, de modo natural los niños se comunicaban entre ellos, pero cada vez más hay niños que hoy en día vuelven hacia sus padres y reciben un móvil. Esto no es una anécdota, es uno de los síntomas de que ahora vivimos conectados con los móviles siguiendo a influencers y viendo Netflix. Nos falta el diálogo profundo y tranquilo que tenían nuestros abuelos, nos falta el cara a cara y es una barbaridad. Cuando se dice que la gente joven casi no sabe hablar ni relacionarse, tiene que ver mucho con que no se incentiva el diálogo y hay chicos de 20 años a los que les da apuro hasta pedir un café, pero es que es la sociedad a la que los estamos llevando, porque no se incentiva la conversación ante un rostro, ni tener paciencia ante las personas mayores, que hablan más despacio. Como no fomentemos esto, tendremos un problema, de hecho, ya se ha constatado que cada vez en más colegios hay niños de entre cinco y 15 años de edad con una mayor propensión a la violencia por la falta de empatía, porque se pierde el diálogo y la habilidad de estar con las personas sin estar mediatizados a través de la tecnología. Por otra parte, también se están perdiendo facultades de convivencia; en Vigo, hace años las mujeres estaban en grupo charlando de sus cosas mientras remendaban redes, en las plazas o cuando rezaban, pero ahora cada persona está en su casa, por eso las habilidades sociales están desentrenadas. Si tú en tu vida privada quieres ser un ratón de biblioteca, como adulto está bien, pero en cuanto a los demás, se deteriorará tu relación de pareja, con tus hijos y, a nivel profesional, lo cierto es que no te lo puedes permitir.

–¿Cómo reciben sus alumnos y alumnas estas pautas en clase? ¿En qué profesionales considera imprescindible una buena oratoria?

–En general, a mis alumnos les encanta y, especialmente, les gusta que alguien no sea políticamente correcto, que les cuenten las cosas que no quedan bien, pero que sí suceden en la vida. Con respecto a los profesionales, pues algunos que deberían cuidar la oratoria pueden ser desde los ingenieros industriales a médicos, psicólogos, maestros, publicistas y también trabajadores de empresas que abogan por mentorías, además de universitarios.

–En ocasiones, una buena oratoria también puede conllevar engaños, especialmente en contextos comerciales, ¿podría aportar alguna pauta para autoprotegerse?

–Es cierto que muchas de las técnicas que se muestran en el libro se pueden usar mal, pero yo parto de un trasfondo ético de las personas que quieran mejorar su oratoria. Aunque no abordo las conversaciones comerciales ni las negociaciones, para mí una característica que resulta fundamental en estos casos es una que está presente en las conversaciones familiares y es el compromiso, el grado de implicación de las personas, y eso lo vas detectando con la edad.

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