El doctor que puso a Vigo a la vanguardia de la lucha contra la peste blanca

Un estudio sobre De Castro da a Domínguez Freire el acceso a la Academia de Medicina de Cádiz | Ingresa también en la gallega

El doctor Domínguez, con piezas 
del Musavi, en el Cunqueiro.  
Abajo, De Castro.  | // ALBA VILLAR/FDV

El doctor Domínguez, con piezas del Musavi, en el Cunqueiro. Abajo, De Castro. | // ALBA VILLAR/FDV / A. Blasco

El clima frío y húmedo y la llegada de casos a través de los puertos, convirtieron a Galicia en la comunidad con mayor incidencia de tuberculosis. Hasta 2022, en que fue superada por Cataluña. En el primer tercio del siglo XX, la mortalidad por esta infección era particularmente alta en la región. En 1930 rondaba las 150 defunciones por cien mil habitantes, frente al centenar del resto de España. Fue en ese escenario en el que desarrolló su labor José Ramón de Castro (Vigo, 1900-1944), a nivel científico, uno de los más destacados doctores de la historia de la ciudad y un personaje imprescindible del ámbito nacional en la lucha contra la conocida por entonces como peste blanca.

Quien lo describe así es el doctor Fernando Domínguez Freire, urólogo en el Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi) y doctor en Historia de la Ciencia. La investigación que ha llevado a cabo sobre este galeno vigués le ha valido el premio In memoriam profesor Orozco Acuaviva, de la Real Academia de Medicina de Cádiz, que lleva aparejado el título de académico. Un ingreso –aún no leyó el discurso– que coincide en el tiempo con el acceso también a la gallega, de la que es ya académico electo.

El urólogo del Chuvi se interesó por la historia médica viguesa para contextualizar la biografía de una figura que le tenía atrapado, la del doctor Enrique Lanzós, el que para él es “el médico con más relevancia asistencial en la historia de Vigo”. De ahí surgió su tesis.

Tisiólogo

Siguió después con José Ramón de Castro, que puso a Vigo en la vanguardia de los tratamientos frente a la tuberculosis. Era un tisiólogo, como se conocía a principios del siglo XX a los especialistas en patología pulmonar, antecesores de los neumólogos. “Eran pocos los especialistas y él era uno destacado”, cuenta y explica que a su “excelente formación” le sumó una importante “inquietud científica” y actividad divulgadora.

De Castro, cuarto por la derecha, en un cursillo de tisiologia del hospital municipal

De Castro, cuarto por la derecha, en un cursillo de tisiologia del hospital municipal / Cedida

De Castro estudió en Santiago –terminó en 1923–. Este “brillante” estudiante, con un expediente “plagado de sobresalientes”, era discípulo de Gil Casares, uno de los pioneros en el estudio de la tuberculosis. Durante un par de años fue su profesor asociado en la universidad y colaboró con él en la organización del primer congreso antituberculoso, que se celebró en A Toxa en 1925. En ese contacto con las figuras más destacadas de esta lucha a nivel nacional ve el doctor Domínguez Freire el acicate que lo llevó a dedicarse a esta infección.

Durante tres años recorrió los mejores sanatorios europeos empapándose de conocimientos sobre tratamientos y cuidados para aplicarlos en Vigo, a donde regresa en 1928. Era una época en la que todavía no contaban con antibióticos. “Se preconizaba la salud pública, la higiene, los hospitales con luz, aireados, ventilados... Por eso los sanatorios de montaña eran las localizaciones más adecuadas”, describe el urólogo.

De ahí que aquí escogieran el Rebullón para instalar el hospital antituberculosis en postguerra –se había creado como colonia escolar y fue hospital de sangre durante la guerra–. Se creó en el marco del Patronato Nacional Antituberculoso, que pretendía organizar la atención a esta enfermedad. De Castro, afín al régimen, fue “artífice” de su creación y lo nombraron asesor técnico.

El tisiólogo vigués, que también trabajaba en el hospital municipal y que había montado un dispensario antituberculoso que él mismo dotaba con su dinero, fue el primer directro oposición del hospital antituberculoso del Rebullón. Quizá por la decepción por el recorte del proyecto, se volcó más en los privados. Tenían una clínica en la casa familiar, Villa Josefa, en Pi y Margall, con aparato de radiología. En 1941 creó en la calle Sagunto el Centro Quirúrgico Colapsoterápico, el primer privado autorizado en España para el tratamiento de esta infección –probablemente, por sus conexiones con directores generales–. Por aquel entonces, el tratamiento era quirúrgico, con el llamado neumotórax terapéutico. Allí, “hacían cuidados, drenaban abscesos, quistes, incluso algún tumor, hacían broncografías...”

Falleció muy joven, a los 44 años, por una trombosis intestinal por un problema digestivo. En su corta pero intensa vida profesional, también dio cursos a médicos rurales, escribió artículos y tres libros. Puso a Vigo en primera linea nacional de esta atención.

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