Juntas son libres para vivir a su manera

El programa ‘Cuidadoras de barrio’ podría ser la fórmula para una independencia e integración natural

Carmen (isquierda) escoge la verdura que llevará a casa con la ayuda de Esther (derecha).

Carmen (isquierda) escoge la verdura que llevará a casa con la ayuda de Esther (derecha). / Marta G. Brea

“A mí me gusta vivir en mi casa, me acuesto cuando quiero y hago lo que me apetece”, así de clara es Carmen Carnés, vecina de Coia que a sus 87 años camina agarrada a Esther Enoregheube. Un recorrido difícil porque desde el portal de casa hasta el mercado donde harán la compra, tienen que subir y bajar tres o cuatro calles de esas donde la pendiente es un auténtico desafío. Pero ella sabe que no pasa nada, porque Esther la acompaña así que, mientras charlan van dando un paseo con algún que otro descanso. Son dos mujeres luchadoras que se resisten a salir del mundo local, por eso participan en el programa ‘Cuidadoras de barrio’ que Servicios Sociales del Concello tiene en marcha para fomentar la independencia de los mayores y la integración de quienes acaban de llegar o tienen dificultad para encontrar trabajo.

A Esther su acento la delata, es africana. Abandonó su Nigeria natal hace treinta años, pero aunque habla español perfectamente tras su paso por Madrid, donde nacieron sus tres hijos, aún no lo ha perdido. “Estoy estudiando gallego”, comenta mientras recuerda lo importante que era para sus niños estar cerca del mar. Por eso, desde hace cuatro años Vigo es su ciudad. “Ellos no conocen mi país, los llevaré pronto, ahora que son mayores y pueden valorar el viaje, que es muy caro y conocer mi cultura”.

Tiene amigos aquí, una relación estable y desde que se metió en el programa del Concello hace seis meses, un trabajo. “Vamos rotando por el mismo barrio para atender a todas las personas dependientes. Las acompañamos a la compra, a la farmacia, al médico y a dar un paseo por la playa cuando hace buen tiempo. Casi todas son mujeres mayores, pero hay otras dependencias como una usuaria que es joven, pero ciega. Y tan inteligente, que te reconoce solo con oírte”.

Carmen y Esther camino del mercado, mientras charlan de sus cosas.

Carmen y Esther camino del mercado, mientras charlan de sus cosas. / Marta G. Brea

Gracias a su apoyo Carmen puede seguir con su rutina, esa que le hace feliz después de cuatro años viviendo en una residencia. “A mi marido le dio un derrame y se quedó parapléjico a los 82 años. No me lo dejaron traer a casa porque tendrían que atenderme a mí también, así que me fui con él a vivir al centro”. Ya hace 5 años que perdió a Juan. “Qué falta me hace. A mis hijos les digo que me arreglen bien, porque cuando llegue arriba si tiene a otra le quito de los pelos”, dice con humor cuando la emoción le sobreviene.

Es normal, tiene la suerte de contar con sus tres hijos, pero ha perdido al amigo, al apoyo, al hombre con el que luchó por sacar su familia adelante durante 69 años. Tiempos duros donde “me quitaba de la boca para dárselo a los niños, era el año 56 y solo tenía medio litro de leche”, recuerda. Juan trabajaba en la fundición. Ella “como una negrera paleando en el mar cogiendo bichos para la pesca”, durante 51 años de su vida vinculada al Puerto Pesquero.

Primera parada, donde ambas son recibidadas por la pescantina con todo el cariño, las conoce de su barrio.

Primera parada, donde ambas son recibidadas por la pescantina con todo el cariño, las conoce de su barrio. / Marta G. Brea

Su sonrisa no desaparece, ni su humor pícaro compartido con Esther, como la mujer inteligente que es, a pesar de “pasar por el colegio por fuera”. Lo que no quita que lea, escriba “como todos los demás”, que haya estado conduciendo hasta hace nada, eche buena cuenta de las vueltas de la compra y de cómo está de cara la vida. “¡Me ha costado 25 euros! Este pescado me va a durar cinco meses”, comenta asombrada tras la segunda parada en un puesto del mercado municipal cercano a casa. Y eso que el pescado no le gusta desde hace años, porque el médico ha dicho que “ni sal, ni aceite, ni nada. Le echo especias, pero ya no me sabe como antes”.

Su cercanía es evidente paseando a su lado.

Su cercanía es evidente paseando a su lado. / Marta G. Brea

Así estas dos mujeres, representantes de la realidad social del Vigo cosmopolita, se ayudan mutuamente. Carmen sigue su vida de manera independiente y Esther también porque tiene un trabajo “que me gusta mucho porque sé cómo tratar con las personas mayores, como lo haría con mi madre y así nos entendemos”.

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