Las familias desalojadas de San Francisco siguen sin poder regresar a sus casas

“Un escalón para sujetar la tierra es una solución eventual para un riesgo potencial”, denuncian

Fachada principal de los dos edificios afectados por el corrimiento de tierras en la calle San Francisco.

Fachada principal de los dos edificios afectados por el corrimiento de tierras en la calle San Francisco. / José Lores

En la madrugada del jueves 26 de octubre un “un golpe tremendo” despertó a los inquilinos de los números 33 y 35 de la calle San Francisco. “Era el agua, que arrastraba tierra y maleza, chocando contra la pared de la primera planta”, recordaba entonces Gabriela Romano, vecina del ático. La tierra movida en las cercanas obras del Barrio de O Cura, que dan a la parte trasera de ambos inmuebles, se había desprendido entrando con gran fuerza en la galería del número 33 y en el patio de luces del número 35, donde el agua fue acumulándose hasta un metro de altura. “Seguimos sin poder volver a casa. Están aún trabajando en las obras de rehabilitación, pero aún no han terminado y tenemos que esperar a que selle”, explica con resignación Alba, vecina del número 33 desalojada junto a su hija de tan solo tres años. Su hermana, que vive en el duplex, también tuvo que abandonar su domicilio junto a su familia a eso de las tres de la madrugada del fatídico jueves cuando “fue apoteósico”. Tienen la suerte de contar con el apoyo de otros familiares que las han acogido, por eso se lo toman con calma.

Alba había avisado antes de la catástrofe al Concello y Gestilar, (promotora de las obras) sobre la falta de un muro de contención. “Ahora han hecho un escalón para sujetar la tierra (donde estaba el talud desprendido por la fuerza de la tromba de agua), una solución eventual para el riesgo potencial que representa la caída de abundante lluvia”, comenta Gabriela, su vecina del edificio de al lado, que reconoce que “tal y como fueron las cosas, no me da fiabilidad”.

Ni ella, ni el resto de inquilinos del número 35 de la popular calle necesitaron ser desalojados, pero tampoco han vuelto a la normalidad. “Acabamos de recuperar la luz, así que no teníamos ascensor”, continúa Gabriela. De su edificio salía el agua a borbotones por la puerta del portal durante la jornada siguiente al corrimiento, después de salvar un desnivel de tres plantas. “La grieta la han sellado, pero es para verla”, dice ella que, aunque quiere ser prudente, no aprecia seguridad en las obras.