Trece horas de quirófano para coser una vida

Un paciente intervenido en el Cunqueiro por una disección de la aorta agradece a la cirujana que “no tirara la toalla”

Trece horas de quirófano para coser una vida

Trece horas de quirófano para coser una vida / A. Blasco

Cuando, tres horas y media después de que metieran a su marido en quirófano, salieron a explicarle que la cosa no iba bien, que “cosían y volvía a romper”, Edelmira Silva empezó a prepararse para lo peor. Le siguieron otras nueve agónicas horas en las que “la cirujana siguió y siguió y no tiró la toalla en ningún momento”. Hoy, dos meses después, Juan López Álvarez es capaz de llevar una vida “casi normal”. Este matrimonio está convencido de que, si no fuera por el tesón de la doctora Rocío Casáis, la historia habría sido muy diferente y han querido hacer público su agradecimiento.

Ese sábado 25 de marzo, Juan sintió “un dolor en el la izquierdo del pecho, que se extendía a la espalda”. No podía respirar y se desplomó. Acababa de sufrir una disección de la aorta, la cañería principal que distribuye la sangre desde el corazón a todo el cuerpo. Las paredes de esta arteria están formadas por tres capas. Al romperse una, la sangre se filtra entre esta y las otras, se van despegando y se crean dos canales de flujo independientes. Así, el vaso sanguíneo se debilita y “el riesgo de rotura es muy importante”, explican el jefe de Servicio de Cirugía Cardiaca del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi), Juan José Legarra, y la propia doctora Casáis. Es una emergencia. “Con este diagnóstico, hay que operar ya”, indican. Si no, la mitad fallece en las primeras 48 horas.

En el Cunqueiro tienen entre 15 y 18 casos de este tipo al año. Las causas van desde los factores genéticos, a la hipertensión o la existencia de un aneurisma. Lo habitual es que le suceda a mayores de 65 años, pero incluso han atendido recientemente a un veinteañero, aunque con patologías previas. Juan también es joven para esta grave afección. Tiene 53 años.

No es lo único atípico de esta intervención. Juan es de la ciudad de Pontevedra y allí no hay Cirugía Cardíaca. Antes se operaban en Vigo, pero desde hace once años, la Consellería de Sanidade ha derivado el norte de la provincia a Santiago. El problemas es que allí estaban con otra urgencia. Tras hacerle las pruebas en Montecelo, solicitaron a los profesionales del Chuvi que lo asumieran. Y lo hicieron.

Juan ya estaba en el Cunqueiro mientras Edelmira iba de camino con su cuñado. Ella recibió una llamada desde el mismo quirófano: “Tu marido quiere hablar contigo”. Él no se acuerda. “Me decía que quería que estuviera allí con él”, cuenta ella, que agradece que les permitieran hablar.. “Una de las cosas que nos gusta es humanizar lo que hacemos, tratamos personas”, subraya el doctor Legarra.

“De esta saldré, ¿no, doctora? Tengo muchas cosas que hacer”, le dijo Juan a la cirujana antes de dormirse. Él no lo sabía, pero no estaba fácil. La mortalidad de esta cirugía a nivel internacional es del 25%. Y él sangraba “bastante”. La doctora recuerda cómo iba “apagando fuegos poco a poco”. Transcurridas algo más de tres horas y, ante el panorama, la anestesista Marián Varela salió a hablar con la mujer. “Me dijo que lo sentían, pero que no lo conseguían, que seguían intentándolo, pero que no contara”, recuerda.

En quirófano, la doctora Casáis le puso un injerto textil para sustituir el arco aórtico, la zona más delicada; le cambió la válvula aórtica; le reimplantó arterias... Para poder operarlo, el corazón de Juan estuvo parado durante horas, gracias a la máquina de circulación extracorpórea. Edelmira está convencida de que a su marido le salvó el empeño de la cirujana. La doctora Casáis le resta importancia: “Es lo que hay que hacer”. “Los resultados se consiguen si insistes”, coincide con Legarra y destaca el trabajo de todo el equipo. La operación comenzó a las 17.40 horas y acabó sobre las 6.30 de la mañana. Al terminar, la médico, embarazada, entró en otra intervención. Eso sí, más cortita. La familia agradece también la atención de todo el equipo que les atendió en Vigo y en Montecelo.

Dos meses después, este viernes, se reencontraron en el Cunqueiro. “Ya puedo ir a caminar solo”, les contó Juan, que ya había pasado previamente por un ictus y la caída de un talud. Su relación –asistencial– será ya de por vida.

El Cunqueiro implanta el séptimo dispositivo que funciona como un corazón artificial

A uno por año. Desde que en 2017 puso el primero, en el Servicio de Cirugía Cardíaca del Hospital Álvaro Cunqueiro ya han colocado otros seis dispositivos de asistencia ventricular, un mecanismo que prolonga la vida del paciente con insuficiencia cardíaca avanzada y que, en la práctica, asiste o suple el trabajo del corazón. Esta semana han implantado el último. Y no ha sido una más. Además de la colocación de este dispositivo, en la misma operación, le cambiaron la válvula aórtica al paciente y le cerraron la orejuela izquierda –una pequeña cavidad en la que la sangre se remansa y se pueden crear trombos–. En Cirugía Cardíaca del Chuvi fueron los primeros de España en añadirle otro procedimiento a la implantación del dispositivo. Ya es la tercera operación así. Y han subido el listón, sumando no uno sino dos. Aprovechando que pasa por el quirófano, logran así una puesta a punto más completa del paciente, buscando un aumento de su supervivencia.

El jefe de servicio, el doctor Juan José Legarra, explica que los pacientes son primero evaluados en el hospital de A Coruña para ver si son candidatos a un trasplante de corazón. Si este ya no es una opción, en la consulta de insuficiencia cardiaca avanzada del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo (Chuvi) se busca la mejor alternativa. Además de medicación, está este dispositivo.

Los requisitos son “muy estrictos”. No debe tener enfermedades de base importantes, debe tener un perfil psicológico adecuado y un apoyo familiar bueno, porque va a necesitar ayuda con los cuidados y el dispositivo. El último paciente operado supera por poco los 70 años. Es la franja en la que se mueven los siete a los que se les ha implantado en el Cunqueiro estas bombas centrífugas que ayudan al corazón a bombear la sangre a todo el cuerpo, gracias a un rotor que gira a más de 4.500 revoluciones por minuto gracias a un mecanismo de levitación magnética completo. Cuenta con unas baterías externas que proporcionan energía durante 17 horas ininterrumpidas.

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