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“Trabajamos según intereses o gustos del recluso; la idea es darle un alternativa vital”

José Carlos Vilar lleva 36 años como profesor del centro de la prisión de A Lama: “El objetivo no es el título, sino saber convivir”

Parte de los docentes del centro penitenciario de A Lama, en Pontevedra. Gustavo Santos

Un “centro ordinario” con alumnos “extraordinarios”. José Carlos Pérez Vilar es uno de los 13 profesores que actualmente imparten clases en el centro público de educación de adultos (EPAPU) Nelson Mandela del centro penitenciario de A Lama. . El objetivo de estos docentes va más allá de la propia enseñanza. No es el titulo el fin último, ni mucho menos, sino conseguir una educación emocional y en valores del reo. “Que a su salida sepa reintegrarse en la sociedad, deben saber convivir en el mundo real. Lo principal y lo que buscamos con estas clases es que vuelvan a ellas”, reconoce Vilar. 

Actualmente son 325 los reclusos de la cárcel de Pontevedra que se encuentran cursando algún tipo de estudios, desde una educación básica o alfabetización hasta estudios de ESA, Bachillerato e incluso una titulación universitaria. “La cifra a finales de curso puede alcanzar los 500 internos, hay que pensar que en una cárcel hay mucha movilidad, entran y se incorporan a las clases y luego salen y vienen otros. Nosotros tenemos la matrícula abierta todo el curso”, añade el director del colegio de A Lama. 

Reconoce que en los últimos años, el interés de los internos por su formación ha ido en aumento. “La mayoría de los alumnos vienen de un fracaso escolar severo; es más casi el 10% incluso son analfabetos. Ven en estas clases, primero, una forma de evadirse durante unas horas de la cárcel y también de recomponer su vida. Muchos se contagian del trabajo de los demás”, explica José Carlos Pérez. 

Por todo ello organizan las clases en función de las necesidades o inquietudes del reo. “El horario del centro es de 09.30 a 13.00 horas, no tenemos tiempo para impartir el mismo contenido que en una enseñanza reglada por eso siempre les preguntamos por sus intereses, qué quieren saber, qué quieren aprender. Queremos que estén entretenidos, buscar sus inquietudes porque muchos de ellos ni saben qué les motiva o qué les gusta. Trabajamos por darles una alternativa vital”, cuenta Pérez. 

“Lo más preocupante es el alto porcentaje de alumnos con necesidades especiales”

Jose Carlos Pérez - Director EPAPU-A LAMA

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Uno de los grandes hándicaps que, a su opinión, padece la educación en el penal de A Lama pasa por la falta de recursos para un alumnado concreto. “En torno al 20 o 25% de los que acuden a las clases son alumnos NEAE, con necesidades educativas especiales. No tiene la capacidad suficiente para avanzar por lo que te centras en sus pautas de conducta. No siempre puedes basarte en el programa del curso en sí”, razona con tino el director.

Refuerzo positivo

Es precisamente esta adaptación curricular un plus a su autoestima, porque aunque haya que cumplir un horario y unos mínimos, el nivel de exigencia es individual. “Muchos nunca habían estado en una clase por voluntad propia y ven que si se esfuerzan, solo un poco, logran muchas cosas. Es un refuerzo positivo que nunca habían tenido. La autoestima de muchos de ellos es bajísima. Aquí les animamos, les apoyamos a que se centren en lo que les gusta y amplíen su horizonte. No hay esa presión que puede haber en un centro de fuera”, concreta Pérez.

Tanto es así que en las casi cuatro décadas que lleva como docente en el penal, son “muchísimos” los casos de exconvictos que han continuado su formación fuera. “Nos llaman de muchos centros educativos que nos piden los certificados de los cursos que ha realizado o sus expedientes para poder matricularse en otras formaciones”, precisa el director del centro de A Lama.

Junto a las clases, cuya asistencia una vez matriculados es obligatoria, los alumnos también disponen de otras ofertas educativas adaptadas a la vida en prisión. Así, destacan clubs de lectura, cursos de fotografía, etc. 

Socialización

Esta línea educativa también enraíza con la social. Y es que para muchos de los internos, las clases es el punto de encuentro con compañeros de otros módulos. “Su comportamiento suele ser bueno, saben que si traban pueden seguir disfrutando de esta distracción y saben también que si vienen a molestar, quedan fuera de las clases”, apunta. 

“Nos tratan con respeto; solo al personal de uniforme lo ven como enemigo”

Jose Carlos Pérez - Director EPAPU-A LAMA

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Reconoce Juan Carlos que después de 36 años dando clase las incidencias en este centro son casi inexistentes. “La primera vez pues igual sí vas con más temor pero, en mi caso, puedo decir que he tenido más problemas con los alumnos de los módulos ordinarios que con los de aislamiento, que se presupone son más conflictivos o peligrosos”, apunta el director, quien pese a casos concretos, el trato que reciben los docentes es muy positivo. “Siempre nos tratan con respeto y sobre todo con mucho agradecimiento. Saben que vamos a hacer todo lo posible por su bien. Al personal de uniforme los ven como rivales, enemigos, a nosotros, todo lo contrario”, concluye.

Parte del cuerpo de docentes, frente al centro penitenciario. Gustavo Santos

Un total de 378 estudian Primaria, ESO o Bachillerato y 34 preparan una carrera

De los 874 internos, un total de 412 están cursando algún tipo de estudio, bien enseñanzas escolares, bien universitaria; es decir, la mitad del total. La cifra, aunque fluctuante, ha subido y de qué forma en los últimos años. En el curso 2019/2020, poco más del 15% de los condenados recibían algún tipo de formación reglada. El porcentaje se incrementó en once puntos, hasta el 26% el curso pasado, con 247 matriculados, cifra que este año se ha multiplicado.

El grueso de alumnos se concentra en la Educación Secundaria con 202 internos. Así, de ellos 132 cursan el primer ciclo de la ESO para Adultos y los 70 restantes el segundo ciclo. Le siguen los estudios de Educación Primaria o Básica con 104 internos. Estudios ya superiores cuentan con menos seguidores pero aún así el número es notable. Un total de 38 presos cursan Bachillerato y otros 32 están preparando carreras universitarias a través de la UNED.

En el módulo femenino, de las 45 reclusas, 36 están cursando alguna enseñanza, el 80% del total; 34 a nivel escolar y las dos restantes a nivel universitario. 

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