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La improvisación se apodera de Churruca

Un sello vigués organiza dos jueves al mes una “jam session” en la que está prohibido interpretar música preexistente

Músicos de participantes en las jam sessions a las puertas de la Sala Kominsky Ricardo Grobas

En el conjunto de Galicia, Vigo destaca por tener un prodigioso circuito de salas y conciertos independientes. Alejados de grandes focos mediáticos y al margen, normalmente, de apoyos institucionales, muchas iniciativas autogestionadas sobreviven con un gran calado en el mundo de la cultura local. Una de ellas, la Fritanga Sessions.

Estas sesiones de improvisación no tienen parangón en la ciudad y tampoco en Galicia. Uno de sus factores de diferenciación es también uno de sus fundamentos: está prohibido tocar música preexistente. Es decir, nada de versiones. El musicólogo Darío Gómez es uno de sus precursores: “Los que llevamos desde el principio tenemos algunas claves para modular las versiones que a veces intenta tocar alguna gente. Primero lo escuchamos y, luego, lo integramos para acabar deformando esa idea y convertirla en algo nuevo”. Y aquí otro de los fundamentos de estas jam sessions: el fomento de la espontaneidad.

De hecho, en las Fritanga Sessions, la frontera entre público y artistas se diluye por completo. La disposición inicial que hacen de los instrumentos invita, premeditadamente, a ello. Un gran círculo suele ocupar el interior de la sala Kominsky, ubicada en el número tres de la Rúa dos Irmandiños. En el centro, siempre hay espacio para la danza.

Cuando el público atraviesa las puertas de la sala, no se imagina que lo más probable es que acabe formando parte, de una forma o otra, de esta creación colectiva. “Es un proceso de liberación para todos los que participamos. Se rompen muchos miedos y bloqueos en relación a la música. Hay auténticas catarsis personales”, explica Darío.

Pero todo tiene un proceso de evolución que, aunque se vio truncado por la hibernación del evento durante la pandemia, ha vuelto a despertar durante este 2022. Uno de los principales ganchos que tienen los organizadores para iniciar a las personas más tímidas que se esconden entre el público son las sartenes. La gente de Fritanga Records –así se llama el sello que aglutina esta propuesta artística– han convertido una herramienta de cocina en el instrumento de percusión oficial para los músicos principiantes. Pero las inquietudes de los organizadores hacen que por el escenario de la sala Kominksy también hayan pasado instrumentos más sofisticados como un didgeridoo electrónico, cajas de ritmos, sintetizadores, saxos, violoncelos y hasta una trutruca, un instrumento tradicional del pueblo mapuche y que ellos mismos construyeron con la ayuda del Colectivo Chasky, que es una asociación de personas indígenas y profesores universitarios de Santiago de Chile. Músicos de bandas locales como Os Vacalouras, Kings of the Beach, Nítido, Cró o Indy Tumbita son también habituales visitantes en las Fritanga Sessions.

Preguntado por las referencias y el germen de estas jams, Darío evoca la música alemana de mediados del siglo XX. Concretamente, el krautrock, un género que engloba bandas de tendencia experimental surgidas en la República Federal Alemana en la década de los sesenta. Un movimiento que renegaba de los resquicios nazis, pero que también se oponía al imperialismo angloamericano. En aquella frontera cultural se encontraban ellos y también se encuentran, hoy, con su propio contexto, estos músicos vigueses.

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