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La UVigo diseña el método más avanzado para detectar ciguatoxinas en el pescado

El investigador Pablo Estévez, en el laboratorio donde trabaja. FDV

Su autor, Pablo Estévez, busca financiación para optimizar la herramienta y abrir una nueva línea relacionada con su uso como prueba de diagnóstico de la ciguatera en el ser humano

La ciguatera es una de las intoxicaciones alimentarias más frecuentes en todo el mundo. Se debe a la ingesta de pescado contaminado con ciguatoxinas y, tras la detección de brotes en ejemplares autóctonos, la Autoridad Europa de Seguridad Alimentaria (EFSA) ya clasifica su presencia como un riesgo emergente. La Universidad de Vigo ha puesto a punto el método más avanzado que existe a día de hoy para identificar estas sustancias en muestras de peces y baraja abrir una nueva línea de trabajo para poder aplicarla como prueba de diagnóstico de la enfermedad en el ser humano.

La innovadora herramienta, cuyo autor es Pablo Estévez Bastos, se ha desarrollado dentro del proyecto EuroCigua, que durante los últimos 5 años reunió a expertos de varias instituciones europeas y españolas, como el Instituto de Salud Carlos III o el IRTA de Cataluña, entre otros, y que ha permitido certificar este riesgo en aguas europeas, principalmente, en Canarias y Madeira. En concreto, forma parte del subproyecto coordinado por la profesora de la UVigo Ana Gago, que tenía como objetivo caracterizar las ciguatoxinas mediante el desarrollo de sistemas de análisis y la preparación de materiales de referencia.

El método de cromatografía acoplado a la espectrometría de masas diseñado por Estévez permite identificar qué toxinas están presentes en las muestras y también su concentración: “Y de esta forma se pueden obtener más datos para informar a la EFSA y que ésta pueda tomar decisiones en el futuro. Por ejemplo, si es necesaria una regulación que establezca unos límites de ciguatoxinas en el pescado”.

La principal complejidad del trabajo, que constituye su tesis doctoral calificada cum laude y dirigida por Ana Gago, fue la falta de materiales de referencia, sustancias puras obtenidas de las propias biotoxinas. “Necesitas estos compuestos para poner a punto los métodos analíticos, pero no existen en el caso de las ciguatoxinas. Contactamos con laboratorios de EE UU y Japón para que aislasen en sus laboratorios pequeñas cantidades y nos las proporcionaran. Y paralelamente nosotros las obtuvimos de pescados de gran tamaño, a los que suelen estar asociadas estas toxinas, de Madeira y Canarias”, detalla.

Los investigadores vigueses trabajaron con muestras de mero y medregal de ambas zonas, pero también con otras especies y con ejemplares del Caribe y el Pacífico.

El método vigués supera a todas las técnicas utilizadas hasta el momento. Descartado el bioensayo en ratón por los impedimentos éticos y la poca información que aportaba, comenzaron a utilizarse los bioensayos celulares. Pero éstos simplemente certifican la presencia o no de las toxinas y pueden arrojar falsos positivos y negativos.

"Gracias a nuestra técnica, pudimos constatar que las ciguatoxinas que están emergiendo en Madeira y Canarias son del Caribe"

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“La ventaja adicional es que obtenemos más información. Hay diferentes ciguatoxinas en los océanos. Las del Pacífico afectan principalmente a Japón, Nueva Zelanda y Polinesia francesa. Y también existen las del Índico y las del Caribe. Gracias a nuestra técnica, pudimos constatar que las ciguatoxinas que están emergiendo en Madeira y Canarias son del Caribe. Puede que sea un efecto del calentamiento global”, apunta Estévez.

Las ciguatoxinas son producidas por microalgas dinoflageladas que se acumulan en los peces que las ingieren como alimento. “Buscamos que nuestra técnica sea lo más rápida y sencilla posible, pero necesitamos optimizarla para darle mayor aplicabilidad y poder analizar un número mayor de muestras en menos tiempo. Es un proceso relativamente largo y complejo porque las toxinas se encuentran en concentraciones muy muy bajas y en una matriz como es el pescado que tiene muchas grasas e interferencias que hay que eliminar para poder hacer un análisis selectivo de la toxina”, explica sobre los retos del proyecto.

Tras defender su tesis, Pablo Estévez sigue trabajando en el grupo de Innovación en Agroalimentación e Saúde de la UVigo, dirigido por Ana Gago y adscrito al Centro de Investigaciones Biomédicas (Cinbio). Sus estudios también están relacionados con el Laboratorio de Referencia Europeo para Biotoxinas Marinas, que lidera la propia Gago y en el que se definen los métodos de control que, si así lo establece la UE, deben utilizar los estados miembros.

“Las ciguatoxinas todavía son emergentes y todas las técnicas necesitan pasar por una serie de validaciones internacionales y procesos muy complejos para ser consideradas oficiales. La nuestra todavía está en una fase preliminar”, comenta Estévez.

“Queremos identificar biomarcadores para poder diagnosticar la intoxicación”

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El investigador está buscando financiación para realizar una estancia postdoctoral en la Universidad de California San Francisco (UCSF) que le permita seguir optimizando su método y obtener “una identificación y cuantificación más fiable, rápida y eficaz”.

Pero sus planes también pasan por dar el salto a la salud humana: “Queremos empezar una nueva línea de investigación en la UVigo y utilizar nuestra técnica analítica para el diagnóstico de la enfermedad de ciguatera mediante el análisis de sangre o orina. Ahora mismo no existe y su diagnóstico es complejo porque se basa simplemente en los síntomas. Pero como son muy generales (diarrea, dolor de cabeza, mareos...) se pueden relacionar con cualquier intoxicación alimentaria. Queremos buscar un método que identifique biomarcadores que nos digan si esa persona está realmente intoxicada con ciguatoxinas”.

claves destacadas

  • Riesgo emergente

    La ciguatera es una de las intoxicaciones más frecuentes en el mundo. Es endémica de regiones tropicales y subtropicales, pero el calentamiento global parece estar detrás de su extensión a Europa.

  • Microalgas dinoflageladas

    La ciguatera en humanos se produce por la ingesta de peces contaminados con ciguatoxinas, sustancias producidas por microalgas dinoflagedadas de las que se alimentan.

  • Identificación y cuantificación

    El método de la UVigo supera los existentes porque también determina la concentración de toxinas y su perfil. Ha permitido constatar que las ciguatoxinas de Madeira y Canarias son del Caribe.

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