Gran Vigo

El Museo Anfaco saca lustre al pasado glorioso de Alfageme

En julio de 2018, con medio Vigo en la playa, de viaje o a la caza de sombras con las que escapar de los 30 grados que arañaba el mercurio, Mariña López se enfundó los guantes y las botas de trabajo, consiguió un camión y se lanzó a la misión por la que llevaba casi una década esperando: sumergirse en las entrañas de la vieja factoría de Bernardo Alfageme S.A.

En las de la nave abandonada de Tomás Alonso, cerrada desde hacía tiempo; pero también, y principalmente, en las de su historia, preservada en los cientos de fotos, dossiers, cintas, actas, cartas y expedientes que se conservaban aún en los polvorientos y oxidados armarios del edificio de Bouzas.

Durante semanas López cargó cajones, extrajo azulejos y buceó entre archivos. Cuando hacían falta instrumentos especiales –por ejemplo para trabajar con forjados– echaba mano de ayuda. De Bouzas acabó llevándose el gigantesco poso archivístico que había generado durante más de un siglo Bernardo Alfageme: desde escritos vinculados con la primera etapa de la compañía en Asturias, a inicios del XX, o amarillentas fichas de personal con el sello Miau; a expedientes de empleados contratados –ya en los últimos años de la firma– a través de ETT.

Material preservado en el museo de Anfaco.   | // BREA

Material preservado en el museo de Anfaco. | // BREA / C. Prego

Su trabajo sorprendió seguramente a más de un vecino de Tomás Alonso, pero la labor de López tenía poco que ver con la de los cazadores de antigüedades. Su misión, de hecho, se parecía más a la de una arqueóloga y buscaba exactamente la contrario: preservar la historia de Alfageme. Con permiso de los propietarios, López accedió para rescatar material y llevarlo al Museo Anfaco de la Industria Conservera –de la fundación Funpromar– que ella misma dirige.

Desde entonces se ha encargado de ordenarlo y clasificarlo. Parte de las piezas, como una composición con azulejos, están expuestas en el museo, situado en Estrada do Colexio Universitario. La inmensa mayoría se preserva sin embargo en carpetas, a salvo de la humedad, el polvo, la suciedad... y el olvido. Ahora, en un paso más allá, el centro ha iniciado el proceso para reseñar y digitalizar material que pasará así a ser accesible online.

Desde hace alrededor de mes y medio en el museo se describen documentos –la labor ha empezado por expedientes de plantilla– con el objetivo de que, en breve, puedan colgarse los primeros archivos en el gestor ATOPO, de la Diputación de Pontevedra. El trabajo de descripción se hace con el respaldo de la Xunta. A mayores, la institución tiene el apoyo también de Amtega  Agencia para la Modernización Tecnológica de Galicia) para digitalizar una parte del material.

Cajas de conservas con la marca Miau.   | // M. G. BREA

Cajas de conservas con la marca Miau. | // M. G. BREA / C. Prego

“Los archivos empresariales están muy denostados. Cuando una empresa desaparece supone un trauma colectivo. Habitualmente se venden y los archivos quedan tirados. No hay una preocupación por conservarlos, salvo en algunos casos”, lamenta López.

Más allá de su valor para conocer la crónica interna de cada empresa, los archivos ayudan a asomarse a la propia sociedad y economía de las ciudades. Sobre todo cuando se analiza una firma con el calado que acabó alcanzando Alfageme en el XX. “Son muy relevantes. Hablamos de una industria clave en la historia de Vigo y en la que la mujer ha ocupado un papel crucial. Su trabajo siempre se ha invisibilizado y ahora podemos verlo en la conserva”, reflexiona la responsable del Museo Anfaco.

Además de expedientes de la plantilla, en sus oficinas se conservan por ejemplo dossiers de publicidad, bobinas con películas, cintas Betacam y VHS, muestras de publicidad –todos los spots del sector de los 70 y 80–, fotos, acuarelas, piedras litográficas o merchandising, el legado que queda de una de las grandes conserveras de Galicia.

“En este sector el fondo de Alfageme es probablemente, entre los que se conservan, el más rico, en parte gracias al cariño con el que se preservó”, comenta López. El objetivo, sin embargo, no pasa por limitarse solo a sus piezas. En Anfaco se preserva también el legado de otras firmas, un material, reivindica, con un valor histórico y socioeconómico que abarca toda la península.

Un coloso con más de un siglo de historia

Ciudad industrial, Vigo lleva la conserva en el ADN. Y con ella apellidos como Alfageme, sin los que difícilmente se podría entender la historia local reciente. Los orígenes de la saga se localizan sin embargo en Candás, Asturias, donde a finales del XIX el zamorano Bernardo Alfageme estableció un negocio dedicado a la saladura y escabechado de pescado. Con los años sumó la conserva. A principios del XX, y de la mano de su hijo, Hermenegildo, la compañía inició una expansión territorial que la haría saltar a Vigo. Su primera fábrica se situó en Areal, de donde pasó a San Gregorio y Bouzas con una etapa en la que se dedicó a la venta de maderas. Uno de sus grandes emblemas es la fábrica de conservas que proyectó a finales de los 20 con el arquitecto Gómez Román, que se mantiene aún hoy como una de las joyas del patrimonio fabril de Vigo. En 2010 la compañía se declaraba en concurso de acreedores.

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