Las nuevas tecnologías irrumpieron hace años en las aulas, pero en sus estanterías todavía permanecen los mismos diccionarios, gruesos y pesados, que utilizaban las generaciones anteriores. Una investigadora de la UVigo propone un nuevo modelo digital para el siglo XXI, muy visual, de fácil acceso e interactivo, y que ofrezca, de manera didáctica, una información más extensa que sus antecesores impresos a los alumnos de Primaria, Secundaria y Bachillerato.

“Antes de empezar a diseñarlo investigué qué nuevos diccionarios escolares de español se habían publicado en Europa y en América entre 2000 y 2020. Y solo encontré cuatro en formato digital: un CD -Rom, dos on line y una aplicación para el teléfono de pago. Tenemos leyes educativas muy avanzadas para trabajar con ordenadores en el aula y con las TIC y, sin embargo, los diccionarios de hoy siguen siendo, en general, libros muy pesados, gruesos, impresos en blanco y negro, con tapas duras y muy áridos para los estudiantes. Son ajenos a su realidad. Algunos utilizan la versión on line de la RAE pero su nivel es muy elevado para Primaria y ESO”, apunta Celia Fernández Vasco.

Además de “impulsar una transición al mundo digital”, la experta tenía como objetivo ampliar la información gramatical incluida en cada entrada, por ejemplo, para explicar cómo se utiliza un determinado verbo dentro de una frase. “Este objetivo era más sencillo porque ya existe conocimiento y avances lingüísticos de los que nos podemos aprovechar. Solo se trataba de buscar la mejor manera de resolver esta carencia. Es cierto que cualquier estudiante puede buscar en internet el significado de una palabra, pero así no se controla la información ni las fuentes. Si hay gente especializada en lengua aprovechémosla, que no se quede el conocimiento en las universidades”, reivindica.

Un diccionario escolar para el siglo XXI

El diseño global del diccionario requirió un estudio exhaustivo de todos los editados en las últimas dos décadas, incluidos los impresos, y la creación de una metodología específica de análisis.

“Si se han elaborado diccionarios durante miles de años es porque tienen un valor. Pero hay que verlos como herramientas y, si dejan de ser útiles, la gente se acabará deshaciendo de ellos”, reflexiona Fernández.

Las nuevas tecnologías ofrecen muchas ventajas de las que se puede beneficiar la lexicografía para evitarlo: “Los diccionarios de papel intentan condensar mucho la información para ocupar menos páginas y reducir el gasto. Por eso utilizan tantas abreviaturas y este código es difícil de entender para los escolares. En el formato digital no tenemos estos límites”.

Celia Fernández, titulada en Filología Alemana y con un máster de Profesorado por Santiago, completó su formación con otro máster en Lingüística de la UNED y la Autónoma de Barcelona antes de iniciar su tesis en el grupo Grades de la Facultad de Filología y Traducción de la UVigo.

"Son herramientas y si dejan de se útiles la gente acabará deshaciéndose de ellos"

Celia Fernández Vasco - Autora del diccionario

“El trabajo no solo tiene una perspectiva lingüística, sino también pedagógica. Y mi intención es ofrecer una herramienta a los profesores. La pandemia me impidió llevar el diccionario a los institutos, pero es trabajo para el futuro. Si consigo financiación, me gustaría seguir profundizando en este tema”, comenta.

Por ahora, el resultado de su tesis, que estuvo codirigida por Susana Rodríguez Barcia y Antonio Rifón Sánchez, es una página web que podría convertirse en una aplicación para el móvil. El diccionario para estudiantes DicEst está dirigido a dos tipos de audiencias, alumnos de Primaria, por un lado, y de Secundaria y Bachillerato, por otro. Su navegación es muy sencilla, interacciona de forma continua y dirige al estudiante mediante preguntas, además de incluir imágenes.

Celia Fernández Vasco, durante la defensa de su tesis.

La tesis se centró en los verbos que empiezan por uve y cada entrada dispone de un botón con el símbolo de play para escuchar cómo se pronuncian y otro con un lápiz para consultar la conjugación. Y además de las definiciones incluye ejemplos de uso en el contexto de una frase y un código de colores para identificar las diferentes estructuras gramaticales.

“También aparecen sinónimos y antónimos, pero con su definición correspondiente porque no todos son equivalentes o contrarios en todos los contextos. Y para fomentar la colaboración hay una escala de estrellitas para que los usuarios valoren la información y podamos tener un feedback”, añade Fernández.

“La idea es que cada persona encuentre la información que espera. A una igual le queda más claro el significado con imágenes y a otra con definiciones”, destaca la experta, que contó en su estudio con otro importante “factor de motivación”. “Quisimos aprovechar el mundo digital para derribar barreras y colaboramos con la ONCE para que el diccionario también pueda ser usado por alumnos con deficiencia visual”, celebra.