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La historia de Tino Mera: de arquitecto en Suiza a repartidor en Vigo

Tino Mera, en el Paseo de Alfonso Marta G. Brea

Abandonó su puesto de funcionario como arquitecto paisajista en el Ayuntamiento de Ginebra para venirse a Vigo con el objetivo de estar más cerca de su familia y dedicarse al reparto de mensajería y publicidad en bicicleta, una actividad que, en su ciudad natal, Lausana, tenía (y tiene) gran éxito a pesar de que su desnivel es de unos 300 metros –en la ciudad olívica, esta cifra es algo mayor–. Fue hace más de 10 años. Es la historia de Tino Mera Martínez (Suiza, 1977), fundador de Bicipostal en 2010 –el único negocio de estas características en Vigo–. Tras lograr consolidar su empresa, se alzó una gran sombra llamada pandemia que, al igual que ocurrió en otros tantos gremios, golpeó con fuerza las cuentas hasta dejarlas tiritando: los ingresos cayeron un 75%.

“Soy autónomo y el único trabajador; llego a final de mes a duras penas. Muchos clientes han ido desapareciendo durante la crisis del COVID por el auge de las gestiones telemáticas y la falta de actividad en casi la totalidad de los sectores. Una gran empresa de transporte de mensajería y paquetería de España dejó de contar conmigo en pandemia, lo que supuso un golpe económico importante. Me dedico a llevar de un punto a otro trámites administrativos, paquetes de correos, sobres, cartas... Incluso llegué a crear una división para el reparto de comida a domicilio, hasta logré abrir una franquicia en A Coruña, pero tomé la decisión de cerrarla porque vinieron otras empresas que ofrecían precios mucho más bajos”, asevera.

Cobraba unos 5.000 euros al mes; si siguiera allí, el sueldo que tendría ahora sería de unos 8.000, pero preferí venir a España para estar más cerca de mi familia

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Tino Mera hizo las maletas en 2009 para poner rumbo a Vigo: un viaje de más de 1.500 kilómetros. Vivía en Suiza. En Ginebra, disfrutaba de un buen puesto. “Cobraba unos 5.000 euros al mes; si siguiera allí, el sueldo que tendría ahora sería de unos 8.000, pero preferí venir a España para estar más cerca de mi familia, que es de León y Vigo, y me ayudó mucho. Mis padres y mi hermano ya habían regresado, solo quedaba yo. Actualmente, no llego a 1.000 euros al mes, pero estoy con los míos. Quería trabajar para el país del que me siento parte. En Suiza, me sentía extranjero; no tengo pensado volver, de hecho, no me mantuvieron la plaza”, indica antes de confesar que eligió la ciudad gallega y no la castellanoleonesa, “principalmente, por el mar”. “Considero que es la hermana gemela de Lausana, que está bañada por un lago gigante: de noche, cuando se enciende el alumbrado y tiñe de naranja las calles, son prácticamente iguales. Me encanta, tiene un paisaje increíble y sabía que habría más oportunidades laborales aquí”, manifiesta.

Tino Mera, con su bici en el Paseo de Alfonso Marta G. Brea

A pesar de que su negocio no pasa por el mejor momento, no se lamenta de la decisión. Sus clientes actuales, tanto particulares como empresas –abogados, asesorías o firmas del puerto–, le dan vida a Bicipostal. “Por suerte, tengo la ayuda de autónomo de la mutua, que es de unos 500 euros, y algo de actividad, aunque varía mucho, no es siempre el mismo volumen. Lo malo es que los precios son muy bajos. En Barcelona, hace diez años, estaba en 7 euros la recogida y entrega de un sobre; en Vigo, en 3. Ahora, en 5 euros”, reconoce desde su vivienda, que está ubicada en el céntrico Paseo de Alfonso: un estudio que también utiliza como oficina.

Los vigueses desconfían bastante de la mensajería ecológica. Es una pena

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Tino Mera asegura que los vigueses “desconfían bastante” de la mensajería ecológica. “Es una pena. Funciona en muchos sitios, pero, aquí, la mentalidad es diferente. Recuerdo que, en una visita a los astilleros, me dijeron que no querían contar con mi servicio, incluso explicándoles que es más barato que la competencia a motor y que sumo más de 10 años de experiencia, porque no confiaban en que pudiera ser igual de eficaz si iba montado en una bicicleta”, apunta.

Después de un decenio “bastante duro” en Vigo, Mera ve peligrar la viabilidad del negocio. “Puede que haya oportunidades, pero veo negro el futuro. Si lograse dos clientes fieles importantes, podría reflotar la empresa”, comenta. Con todo, la “complicada tesitura” que padece el sector de la mensajería le hace pensar en retomar el camino que había iniciado en Suiza. “Si el panorama no mejora, es probable que busque trabajo en Vigo como paisajista. Todo dependerá de lo que ocurra a partir de ahora”, dice.

Bum de demanda y reparación de bicicletas: “Estamos a tope”

La falta de stock lastra la venta de bicicletas en las tiendas especializadas de Vigo. Y mucho. La culpa la tienen, principalmente, dos factores: el buen volumen de negocio registrado una vez concluyó el confinamiento domiciliario de 2020 y el parón en la fabricación durante la etapa más crítica de la primera ola. Lo confirman todas las tiendas preguntadas por FARO. Reconocen que la demanda continúa siendo muy alta, pero la oferta de determinados modelos existente en los establecimientos es muy escasa desde ya hace varios meses.

El taller de Galibici, ayer Ricardo Grobas

“Una gran cantidad de bicis se venden por reserva, pero no se sabe exactamente cuándo llegarán. Pueden tardar una semana o meses”, destacan desde Bici O Con. Las que más triunfan, según concretan, son las eléctricas –a partir de 2.000 euros– y las de montaña –sobre 1.000–. El cierre de los espacios deportivos ordenado en diferentes momentos de la pandemia y la imposibilidad de jugar al fútbol o al baloncesto en grupo son factores que han aupado su actividad, así como su carácter individual.

Fernando Durán, propietario de Durán Bikes, coincide con sus compañeros de gremio. “Llevamos esperando por las eléctricas desde mayo. Hay mucha demanda, pero casi no hay bicis en stock: las de 500 y 600 euros han volado”, anota antes de destacar que la actividad en el taller es muy elevada: “Estamos a tope. Trabajamos hasta la 1 o las 2 de la mañana todos los días”. Idéntica situación se vive en Galibici: “Estamos totalmente desbordados por las reparaciones”. El otro lado de la moneda lo protagoniza Decathlon: registra mucha demanda, pero, en este caso, el stock está “bastante saneado”. Y es que sus bicis son de fabricación propia: no dependen de terceras marcas, como sí ocurre en establecimientos especializados en las dos ruedas.

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