“Mais tranquilos que non levo droga”. Esta fue una de las primeras frases que, aparentemente ebrio, pronunció un conductor de origen portugués tras ser detenido en agosto de 2019 por protagonizar una espectacular y peligrosa fuga policial de ida y vuelta por la autovía A-55 entre Vigo y Porriño. Alexandre Manuel R.V. profirió estas palabras ante los agentes justo después de ser interceptado, tras una persecución que implicó a Policía Nacional, Guardia Civil y Policía Local de Vigo. Transcurrido un año y medio desde entonces, el caso llegó ayer a juicio. “Pocas veces podemos encontrarnos con una conducción temeraria de tal calibre”, resumió el fiscal sobre la conducta de este hombre, que llegó a recorrer siete kilómetros y medio en dirección contraria alcanzando picos de velocidad, dijo un policía, de hasta 160 km/h. Fue un “milagro”, afirmó el mismo agente, que aquel suceso se hubiese saldado sin víctimas.

La vista se celebró en el Juzgado de lo Penal 1 de Vigo. La Fiscalía pide que este automovilista sea condenado a algo más de 7 años de prisión, 9 años y medio sin carné y 17.000 euros en indemnizaciones, esto último por embestir supuestamente a un vehículo de la Guardia Civil y herir a los dos agentes que viajaban en su interior. El Ministerio Público acusa de seis delitos: conducción temeraria, atentado con medio peligroso haciendo uso de vehículo de motor, lesiones, negativa a realizar las pruebas de alcohol y conducción etílica.

“Yo no hice nada”

El automovilista solo contestó a su abogada, que plantea como principal petición la libre absolución de su cliente. Y lo hizo para negar la ingesta de alcohol y la peligrosa conducción que se le atribuye, que arrancó en la avenida de Madrid de Vigo a las 02.50 horas de aquel 14 de agosto de 2019, continuó por la A-55 hasta el límite entre Mos y Porriño y siguió después por el mismo itinerario, pero en esta ocasión de regreso a la urbe olívica. “Yo no hice nada, vi una luz, pero nunca pensé que la Policía me perseguía a mí, creí que era una ambulancia”, dijo, para añadir que fue su coche el golpeado, que al sacarlo del vehículo le hicieron daño en un brazo y que no lo llevaron al hospital.

Muy distinta fue la versión de los agentes que participaron en la persecución. Todo empezó cuando el acusado, al volante de un Renault Clio, estaba parado ante un semáforo en rojo a la altura del seminario. Por allí pasaba despacio una patrulla de la Policía Nacional de Vigo y un agente escuchó de repente dos potentes “acelerones”. “Vi el coche parado en el cruce; activamos las señales luminosas y acústicas y nos pusimos detrás; y el conductor pegó otro acelerón, se saltó el semáforo en rojo y se dirigió hacia la autovía en dirección salida de la ciudad”, declaró el policía.

Arrancaba la persecución. El acusado, relató este agente y su compañero, condujo a toda velocidad y a la altura del hospital do Meixoeiro tomó esa salida. “Casi colisiona con nosotros; le intenté cortar el paso, hizo una maniobra brusca y se incorporó otra vez a la A-55 en la misma dirección”, refirió.

Desvíos de tráfico

Y llegaron prácticamente a Porriño, donde en otra salida, en la que está la denominada “glorieta de la costilleta” de Sanguiñeda (Mos), había una patrulla de la Guardia Civil que se unió a la persecución. Allí el conductor volvió otra vez a acceder a la autovía. Pero en esta ocasión aumentó el riesgo. Se incorporó en dirección contraria. Hubo que dar aviso para que que se desviase el tráfico en las distintas entradas de la A-55. El automovilista iba a toda velocidad en dirección Vigo pero por los carriles del otro sentido. “Aceleraba a tope, tuvo picos de velocidad de entre 140 y 160 km/h en tramos de 80”, describió el policía, que calificó de “milagro” que, entre los vehículos que esquivó, lograse “colarse” entre una furgoneta y un coche de la Policía Local sin causar ningún herido.

La fuga finalizó en Vigo, en la salida de Segade. Allí presuntamente embistió a un vehículo de la Guardia Civil. “Aceleró hacia nosotros, fue algo premeditado”, declararon los agentes que iban en ese todoterreno. Finalmente, el coche del acusado acabó “encajonado” en un talud. “No había forma de abrir las puertas, tuvimos que sacarlo por la ventanilla”, concluyeron.