La Central de Información y Mando de la Policía Local de Vigo recibió durante la tarde del pasado domingo una avalancha de llamadas para resolver dudas derivadas del estado de alarma recién decretado por el Gobierno: un total de 60. Esta cifra es un termómetro para conocer la preocupación de los vigueses por cumplir las normas en esta nueva etapa, pero también sirve para reflejar la gran incertidumbre que ha generado la entrada en vigor de este instrumento.

En esta ocasión, no conlleva un confinamiento domiciliario total –como sí sucedió en el mes de marzo–, sino nocturno: un toque de queda. Bastaba con observar desde la ventana las calles de la ciudad a partir de las 23.00 horas para darse cuenta de los efectos de esta nueva medida: escaso tráfico, tranquilidad y un silencio ensordecedor que logra dibujar un escenario muy similar al de la primavera pasada. Parece que Vigo, al igual que muchas poblaciones españolas, altera el orden de las hojas del calendario a falta de una hora para acabar el día con el firme propósito de recortarle siete meses al 2020. Es la sensación que emana de cada rincón y que se mantendrá al menos hasta el 9 de noviembre, aunque la idea del Ejecutivo central es que la vigencia del toque de queda se prolongue hasta el 9 de mayo.

A pesar de pregonarse diariamente las medidas para atajar la evolución de la pandemia del Covid-19, sigue habiendo ciudadanos que las obvian. Entre el viernes y el domingo, la Policía Local efectuó 52 denuncias –23 por mascarilla, tres por tabaco, 23 por reuniones y tres a establecimientos públicos–. Los agentes destacan la presencia de seis personas “negacionistas” multadas en la calle Príncipe cuando se manifestaban o una cafetería de Carretera do Portal en la que estaban 70 personas y solo podía haber 50.