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Retiro de justicia en plena pandemia

Isabel Parcero, Purificación Varela y Mariluz Menduiña se jubilan tras más de cuarenta años dejándose la piel en el hospital Povisa

Purificación Varela, Isabel Parcero y Mariluz Menduiña, ayer, frente a su ya exhospital. // Marta G. Brea

Los pasillos de Povisa se han quedado huérfanos en los últimos meses. El motivo no es otro que la jubilación de las tres trabajadoras más veteranas del hospital tras más de 42 años dejándose la piel en este centro sanitario. Se trata de las camareras de planta Isabel Parcero y Purificación Varela y de la oficial administrativa Mariluz Menduiña. A sus 62 años, han decidido acogerse al retiro voluntario que les ofrece el hospital. "Hay que dejar paso a los jóvenes", coinciden todas en decir. Cuando estas tres trabajadoras entraron en Povisa, allá por los años setenta, este centro sanitario privado todavía estaba incompleto ya que aún no se habían construido algunas plantas.

Por motivos del destino, les ha tocado jubilarse en plena pandemia del coronavirus, lo que en parta ha trastocado sus planes. "Mi idea no era retirarme y tener que estar encerrada en casa. Estaba deseando pasar todo el día con mi nieta y llevo dos meses sin poder verla", explica Purificación Varela. A esta camarera de planta, que dejó su puesto el pasado 3 de abril, la situación que el coronavirus ha provocado en el hospital le ha estropeado la despedida: "Ahora mismo mi único recuerdo de todos estos años son lo que vi en los últimos días. Fue demasiado duro. No puedo dejar de pensar en mis compañeros, les mando un abrazo enorme._Tengo la sensación de que los he abandonado", asegura.

Su compañera en el servicio, Isabel Parcero, es todavía más veterana que ella. Entró en Povisa en 1974, cuando apenas tenía unos 16 años. "Es toda una vida. Obviamente estoy echando de menos el contacto diario con los pacientes y con mis compañeros. En tantos años puedo decir que he tenido muchos más buenos momentos que malos. La despedida que me brindaron hizo que me emocionase mucho", recuerda. Su familia, obviamente, está encantada con su jubilación: "Ellos querían que terminara ya para poder pasar más tiempo juntos".

Mariluz Menduiña, por su parte, estuvo 46 años trabajando en Povisa. Se jubiló unas semanas antes del estallido de la pandemia, que también truncó parte de sus planes. "Me había apuntado a clases de dibujo, iba a pilates... Cuando todo esto pase además quiero viajar lo máximo que pueda", apunta. Entró en el hospital siendo muy joven en el departamento de oncología. "Recuerdo que le cantaba canciones a un niño para que no se moviera en la máquina de radioterapia", rememora. Poco a poco fue formándose hasta convertirse en oficial de administración. En los últimos años trabajó en recepción. "Me acuerdo de un paciente que siempre venía a preguntarme cosas porque decía que yo lo calmaba. Son tantas las anécdotas vividas que ya no sabes cuáles contar", afirma con nostalgia. Otra de los momentos que le vienen a la cabeza fue hace veinte años: "Nos habíamos manifestado para pedir mejoras laborales y la policía entró con porras y cargaron contra nosotros".

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