El abogado de César Adrio arrancó su alegato recordando al jurado "uno de los mayores errores judiciales" en España": el del caso del crimen de Rocío Wanninkhof. La investigación policial, señaló, se dirigió desde el principio a la gallega Dolores Vázquez, que, pese a no haber "prueba directa", fue condenada por un tribunal popular. Estuvo en la cárcel. Años después se descubriría que ella no era culpable, sino el británico Tony King.

El letrado argumentó que Dolores fue condenada por "presión mediática" y porque el jurado "se basó en apariencias". Estima que con Adrio hay también ambos ingredientes. Y es que la defensa sostiene que César no mató a Ana: "Es cierto que en momentos de crisis de la relación no actuó de forma correcta, pero ni la acosó ni la mató; aquí no sirven sospechas ni corazonadas, solo la certeza". Insistió en que tras romper acusado y víctima y que ella volviese con Samuel, seguía viendo a César porque tenían "pasión física irresistible". Citó llamadas entre ambos posteriores a la ruptura que refieren las acusaciones. "Hay una de una hora y 17 minutos", apuntó. "¿Porqué iba a matarla si estaba con él?" , dijo. La madre y el hermano de la víctima se fueron de la sala durante el informe de este letrado.

A juicio del abogado, la Policía fue "enfilada" desde el principio hacia su cliente. Era "el sospechoso número uno": "Fue como una profecía autocumplida; se elige a un culpable y todo se interpreta para que encaje en esa hipótesis inicial; no hubo la diligencia exigible, igual que en el caso Wanninkhof".

De la prueba del juicio, estima que la mayoría de testigos fueron "hostiles": "Están convencidos de la culpabilidad de César y adaptan su testimonio". De las forenses, duda de su "imparcialidad". "No pueden ser activistas, el jurado no debe dejarse manipular", afirmó. Tildó el informe psicológico de "tendencioso". Y criticó que la Policía no explorase más hipótesis como otros posibles sospechosos, unos cabellos hallados en la víctima o una huella dactilar del portal. Tras rebatir los indicios referidos por las acusaciones, citó tres "contraindicios". "¿Se puede limpiar la sangre del coche y que haya ADN de mi cliente?", se preguntó. También dijo que no se halló sangre de Ana ni en la ropa de Adrio ni en el desagüe de la ducha y lavabo de su casa. El acusado renunció a la última palabra. "Suficiente", se limitó a decir.