Al grito de "Very welcome everybody here!", en noviembre de 2018 Abel Caballero saltó de la categoría de político local a fenómeno televisivo. Su discurso bilingüe durante el encendido de las luces de Navidad, en una Porta do Sol abarrotada, entre villancicos, aplausos y cañones de nieve artificial, fue replicado por cadenas de televisión de todo el país e incluso le granjeó un imitador oficial, el humorista Raúl Pérez. Hoy Caballero vuelve a ser noticia de alcance estatal. Aunque por razones bien distintas. Su aplastante victoria en las urnas lo convierte en una rara avis en un entorno político cada vez más fracturado.

Mientras otras ciudades gallegas, como A Coruña, Ourense o Santiago, salen del 26-M obligadas a meterse de cabeza en la cocina de los pactos, en Vigo el candidato socialista ha logrado lo que lleva años vaticinando y -tanto entre sus filas como en la oposición- pocos dudaban que conseguiría: reforzar la mayoría absoluta que ya obtuvo en 2015.

Los veinte ediles con los que encarará la próxima legislatura coronan una carrera municipal ascendente. Atrás queda el mandato en coalición con el BNG, cuando sumaba nueve concejales, su segundo gobierno en minoría con 11 e incluso la arrolladora mayoría de 17 representantes que cosechó hace cuatro años. Y atrás, muy atrás, su paso por el Ministerio de Transportes con Felipe González, la presidencia de la Autoridad Portuaria o la cátedra de Teoría Económica de la Universidad de Vigo a la que retornó tras perder su asalto a San Caetano frente a Manuel Fraga en 1997.

En su conversión de doctor en Economía por la Universidad de Cambridge a líder municipal que se arranca con el baile swish swish, se deja fotografiar a los mandos de un triciclo durante O Marisquiño o revoluciona Porta do Sol a la voz de "Very welcome everybody here!" hay poco de azar e improvisación. Caballero no tiene vacaciones. Y presume de no necesitarlas ni quererlas. Sus maratonianas agendas como regidor arrancan a primera hora y a menudo se prolongan hasta bien entrada la tarde entre juntas de gobierno, reuniones, visitas a calles reformadas, comidas con asociaciones, conferencias, galas, entregas de premios...

Una carga de trabajo a la que -desde hace años- se añade su labor en Madrid al frente de la FEMP. Consecuencias de ese tour diario por avenidas, barrios y corredoiras del municipio es un exhaustivo conocimiento del callejero olívico del que hace gala con frecuencia y un perfil político que los vigueses perciben cercano. No es extraño que durante sus ruedas de prensa a pie de calle, los vecinos se detengan a saludarlo o bromeen con él.

La proximidad es solo una de las facetas que Caballero cultiva con un esmero bien calculado. Otro de los rasgos que más le gusta remarcar es en su independencia política, a prueba de siglas y colores. Lo demostró en 2013 al declarar persona "non grata" al también socialista Joaquín Almunia por su política con el tax lease y lo repitió el jueves, horas antes de la jornada de reflexión, al pedir a los electores que votasen "por Vigo". "Sí, somos Vigo", reza su lema de campaña. El 26-M constata que la ciudad sintoniza con su apuesta.