"No tenemos ni apoyo ni dinero para defensa, solo milicia formada por campesinos y marineros, no podremos resistir". El alcalde Vázquez Varela buscaba proteger a sus ciudadanos por encima de todo, llegando incluso a contemplar la redención ante el imperio galo, pero no contaba con el empuje, tesón, astucia, bravura y coraje del pueblo vigués que no dudó en amartillar su escaso arsenal compuesto en su mayoría por azadas, horcas y las horquillas, y plantar cara a las tropas napoleónicas, convirtiendo a la villa de Vigo en la primera localidad de Europa que logró expulsar al ejército francés de una plaza conquistada.

Fue el 28 de marzo de 1809 cuando la ciudad, reconocimiento que logró gracias a esta sublevación popular, empezó a escribir su futuro con letras de oro y desde entonces no ha dejado de celebrar y recordar uno de los episodios más gloriosos de su historia. Doscientos once años después, este empuje sigue presente en los descendientes de aquellos héroes anónimos que dejaron sus barcos, sus campos y sus quehaceres para lidiar la guerra que cambiaría su destino. Y es que un pueblo unido, jamás será vencido, ni en el siglo XIX ni en el XXI. Por ello, nuevamente miles de vecinos, muchos también llegados de los municipios del área, vistieron su mantón, chambra, refaixo, corpiño y la pucha o sombrero que más protegía y se lanzaron nuevamente en defensa de sus iguales y con el mismo objetivo en mente: expulsar a los "gabachos".

A diferencia del año pasado, el tiempo respetó no solo durante la representación de este hito histórico sino también durante las jornadas previas, donde el Casco Vello y O Berbés escenificaban la realidad de la Europa Napoelónica dos siglos atrás, cuando el mercado ejercía de plaza popular y nexo de unión entre toda la vecindad.

Así desfilaron por las céntricas calles miles de milicianos pero también cientos de franceses que aprovecharon estas jornadas previas a la Reconquista para someter y subyugar -por última vez hasta dentro de 365 días- al pueblo vigués. De esta opresión surgieron los líderes que encabezaron esta hazaña: el célebre marinero Carolo, la luchadora Aurora, el valiente Cachamuíña, al capitán Almeida, la audaz y osada María do estanco o el sobreprotector y magnánimo alcalde Vázquez Varela. Su homólogo actual, Abel Caballero fue el encargado de dar el 'pistoletazo' de salida a esta recreación demostrando que pese al paso de los años, el sentimiento y ADN vigués se conserva intacto. "Tenemos que reconquistar Vigo cada día. Siempre nos encontramos con adversarios por eso debemos defender nuestro honor, por nuestros valientes que lo hicieron 200 años atrás. Su victoria es a día de hoy síntoma de libertad", narraba el regidor vigués ataviado también con su traje popular y acompañado por los ediles municipales, presidenta de la Diputación, Carmela Silva y el delegado de la Zona Franca, David Regades.

Sobre el escenario de Porta do Sol -donde también se colocó una pantalla gigante y numerosos altavoces que permitieron al multitudinario público observar las diferentes escenificaciones- arrancó el primer enfrentamiento a las tropas galas. Su avance era ya imparable, el sonido de sus tambores repicando por encima del ruido vigués los hacía fuertes. Al frente desfilaba el comandante Jacques Antoine Chalot. "Tomo posesión de la plaza de Vigo; nuestra bandera es el símbolo de la revolución... ¡¡ Liberté, égalité, fraternité!!", gritó el gabacho. Creían que lo tenían controlado, pero no conocían el carácter de Aurora. Esta valiente campesina no dudó en plantarles cara lo que le valió convertirse en prisionera. Pero no se quedó de brazos cruzados. "Estos invasores entran en nuestras casas a robarnos la comida, el fruto de nuestro trabajo. Dejad que los hombres abandonen las tierras y el mar y las mujeres sus labores y enfrentemos al enemigo", bramaba la heroína desde las rejas que oprimían no solo su libertad sino también la de todo su pueblo.

Su mensaje caló hondo pero no fue hasta el asesinato de tres trabajadores en la taberna de Josefa do Rial -Joaquín da Silva, Diego Antonio Salgado y Juan Salgado- cuando la vecindad decidió unirse con el único objetivo de echar de sus tierras a los franceses. "¡Que no quede ni uno!", clamaban. Para ello no se armaron ni optaron por el combate cuerpo a cuerpo, no, optaron por la astucia, la inteligencia y la entereza que te da el verte superado por un enemigo hostil y cruel. Así, el pueblo organizó una fiesta en la plaza para entretener a los galos mientras les robaban las armas.

En ese punto decisivo de la gesta toman protagonismo los otros dos grandes héroes de la Reconquista: Carolo, un intrépido marinero de O Berbés; y el coronel Bernardo González del Valle, quien pervive en los anales de la historia viguesa con el apodo de Cachamuíña. Junto con el teniente Juan Bautista Almeida estos tres valientes tomaron parte destacada en la batalla y en especial en su episodio decisivo: el de Porta da Gamboa. Las milicias populares se lanzaron contra las defensas francesas, defendidas a duras penas por los soldados de Napoleón. En el momento decisivo Carolo toma un hacha y se lanza sin importarle los soldados franceses que le apuntan. Mientras arremete con furia, una bala fatal le alcanza y acaba con su vida. Otro valiente, Cachamuíña, coge su relevo y continúa su hazaña arropado por los milicianos. A los pocos minutos la puerta cae y los soldados son expulsados por el puerto de A Laxe.