Hace más de una década que la Concejalía de Tráfico apostó por reforzar la seguridad comenzando a reducir de 50 a solo 30 km/h la velocidad máxima permitida en el casco urbano. Lo que entonces provocó un revuelo, es ahora tendencia. De hecho, la propia Dirección General de Tráfico anunció recientemente que se obligará a todas las urbes españolas a fijar este límite en los viales de un solo sentido y carril. La ciudad olívica ya tiene hechos los deberes. Y con creces. Actualmente hay más de 200 calles a 30 km/h.

Fue en 2007 cuando el Concello vigués inició esta andadura. Doce años después los resultados saltan a la vista. Vigo está marcando cada año su tasa de siniestralidad más baja, particularmente en lo que a heridos graves en accidentes de tráfico se refiere. En el último año completo, 2018, solo hubo 32 casos en los más de 2.700 siniestros que se produjeron. Antes de que se empezaran a limitar las calles a solo 30 km/h se superan los 100 casos con creces entre heridos graves y fallecidos.

Precisamente informes elaborados por entidades como la Fundación RACC (gráfico sobre estas líneas) destacan los beneficios que tienen en materia de seguridad vial las denominadas zonas de tráfico calmado. En un atropello a 30 km/h la víctima sufre generalmente contusiones sin gravedad. A partir de 40 km/h abundan casos de invalidez e incluso víctimas mortales; y, a partir de 55 km/h, las personas atropelladas pierden casi siempre la vida.

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Badenes

El esfuerzo del Concello por blindar a los peatones no cesa. Además de reducir la velocidad a 30 km/h en más de 200 viales del casco urbano, en los últimos años ha disparado el número de pasos de cebra elevados y también las bandas reductoras. Aunque Vigo contabiliza todavía 180 arrollamientos cada año, lo cierto es que la mayoría son leves. En 2018 hubo un fallecido y nueve graves.

Con el objetivo de reducir la velocidad media, la Policía Local lleva también varios años instalando el radar en multitud de viales diferentes. Con esta estrategia pretende crear la sensación de que puede estar en cualquier parte -antiguamente solo había controles en determinados viales- y contribuir así a que los conductores se lo piensen dos veces antes de correr en el casco urbano.