La práctica de pilates reduce los síntomas del párkinson y mejora la condición física y la calidad de vida de los pacientes. Irimia Mollinedo Cardalda es la autora del primer trabajo exhaustivo sobre los efectos positivos del popular método de entrenamiento en las personas que sufren esta enfermedad neurodegenerativa, alrededor de 150.000 en nuestro país. Sus resultados demuestran que es un ejercicio "muy recomendable" como complemento de las actuales terapias farmacológicas y técnicas quirúrgicas.
Mollinedo, titulada en Fisioterapia y experta en pilates, desarrolló su trabajo dentro del grupo de investigación HealthyFit de la Universidad de Vigo. Ya ha publicado dos artículos científicos, además de un manual de carácter divulgativo en el que explica el protocolo de ejercicios que ha desarrollado y cómo aplicarlo. Y pronto defenderá una tesis doctoral en la que compila todo el trabajo realizado bajo la dirección de José María Cancela y Gustavo Rodríguez.
"El pilates está muy en auge pero no había ningún estudio de calidad sobre sus efectos en este colectivo. El estudio revela que es una actividad muy recomendable como coadyuvante de las terapias farmacológicas y quirúrgicas. Se trata de una enfermedad neurodegenerativa, así que todo lo que consigamos mantener es muy bueno para ellos. El objetivo es estar lo más activos posible y en las mejores condiciones", destaca Mollinedo.
La investigadora contó con la colaboración de la Asociación de Párkinson de Pontevedra para desarrollar su estudio en la sede de Bueu con 32 voluntarios, hombres y mujeres con una media de 65 años y en los primeros estadíos de la enfermedad. Fueron divididos en dos grupos -uno practicó pilates y el otro ejercicios calisténicos- y el proyecto se desarrolló en dos fases.
La primera etapa se prolongó durante 12 semanas y constó de dos sesiones semanales de 60 minutos. En una de las clases, los voluntarios realizaban los ejercicios de suelo adaptados a una silla o de pie. Y en la segunda fase, con la misma duración pero más enfocada a la fuerza, las rutinas incluían tobilleras y muñequeras lastradas, gomas y apoyos.
Los voluntarios fueron valorados antes del entrenamiento, a las 6 semanas del inicio, en el momento de finalizarlo y después de 4 semanas sin practicar pilates. Mollinedo analizó la sintomatología -rigidez, temblor, lentificación del movimiento y alteraciones de la marcha-, la calidad de vida y la condición física -fuerza, flexibilidad, resistencia aeróbica o agilidad, entre otras-.
"La técnica tiene efectos positivos y los resultados más llamativos se obtuvieron en la fuerza y la sintomatología. Pero también mejoraron en el resto de variables analizadas y en un espacio de tiempo muy corto. Al ser el primer estudio tuvo un carácter muy global, por eso lo interesante sería seguir realizando investigaciones más precisas y a más largo plazo", apunta.
La investigadora también pudo constatar la viabilidad del entrenamiento: "Es un ejercicio que gusta y la adherencia a las clases fue del 100%. Todos quedaron encantados y me comentaban que se sentían más estirados o que les costaba mucho menos darse la vuelta en la cama. A la Asociación de Párkinson de Pontevedra, que trabaja muy bien, les gustó tanto la idea que las siguen impartiendo. Para ellos es muy importante practicar ejercicio, porque creen que ya no pueden hacer ningún deporte, y mantenerse en una buena condición física".
Mollinedo combinó el periodo de doctorado con su trabajo en clubes de fútbol: Portonovo, Vilalonga y, actualmente, Ribadumia, que juega en Tercera. Tiene un máster en Fisioterapia Deportiva de la Europea de Madrid y la Escuela Universitaria del Real Madrid y además se especializó en Prevención y Readaptación de Lesiones en la Politécnica de Madrid. "El ámbito deportivo me encanta y me gustaría seguir combinándolo de esta forma con la investigación".
