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Leticia Moreno: "Mi misión última es meterme en la piel del compositor"

Toca mañana como solista con la Sinfónica de Galicia en el Mar de Vigo

Leticia Moreno. // FdV

Esta madrileña de 33 años ha trabajado con los más reconocidos directores y las orquestas más importantes a nivel mundial. Desde que rasgó las cuerdas de un violín por primera vez a los tres años le unió a este instrumento su afán de superación para arrancarle los sonidos más bellos. Y en este empeño tuvo como principal mentor al célebre violonchelista ruso Mstislav Rostropóvich. Mañana toca con la Orquesta Sinfónica de Galicia en el Mar de Vigo (20.30 horas) a las órdenes de Andrey Boreyko, un concierto "complejo y maravilloso".

-¿Cómo describiría el "Concierto para violín y orquesta nº 1" de Szymanowski que interpretará mañana con la OSG?

-La música de Szymanowsky es muy interesante, muy colorida con muchas influencias de músicas diferentes. Su estilo fue cambiando con sus pasiones, motivaciones, viajes, otras culturas y épocas? Pero siempre con una riqueza impresionante de polifonías y con mucha creatividad. Esta obra respira un aroma que me recuerda a Sicilia, que visitó mucho y le fascinó por su mestizaje de culturas. Él es de origen ucraniano y polaco. Él decía que componer le llenaba de una manera tan plena que casi satisfacía todas sus necesidades, hasta las fisiológicas. Su obra es muy sensual. Este es un concierto en el que la orquesta y el solista estamos en constante éxtasis de colores. Es tan rico en posibilidades de técnicas y diálogos entre instrumentos que hay muchos protagonistas. Es un grandísimo reto.

-Veo que le da mucha importancia a conocer al compositor.

-Para mí es muy importante conocer a la persona. Mi método de estudio es conocer la música y luego al compositor. La música habla por sí misma, es la parte más sublime que casi no pertenece al compositor. Es un arte de un orden divino. La música de Bach es más grande que la persona de Bach.

- Y luego, además del conocimiento del compositor, también habrá una parte importante de su propia expresión en la interpretación.

-La obra nos cala y vuelve a la vida gracias a los músicos. Somos un prisma que intenta expresar de la manera más fiel posible lo que escribió el compositor, pero inevitablemente pasa por mis vivencias, por mis manos, mi imaginación, mis emociones? Mi misión última es la de meterme en la piel del compositor. Así lo hago desde que Mstislav Rostropóvich, que fue mi mentor, me lo dijo. Es el único consejo que nunca puedo dejar a un lado. Los compositores son mis dioses y la música, mi religión.

-Empezó con menos de tres años. ¿Cómo se despierta esa pasión tan temprano?

-Tenía unos padres muy jóvenes con mucha energía que, antes de los 3 años, me llevaban a ballet, pintura, escultura, tocaba el piano, montaba a caballo? El violín también empezó como un juego, pero era lo único difícil y a lo que más tiempo tenía que dedicar. Era un gran reto sacar un sonido bello. Eso le dio más valor porque tenía que luchar para obtener una recompensa y cuando lo conseguía me satisfacía mucho. Es un instrumento muy sacrificado y se nota cuando estás un día sin tocar. Es celoso. Pero también en el que sale más fácilmente tu personalidad, para bien o para mal.

-Ese inicio fue en Estados Unidos y luego se siguió formando en diferentes países de Europa y a los doce ya estaba tocando por el continente adelante. ¿Que le ha reportado esa internacionalización?

-Me enriqueció mucho. Empecé mi formación más seriamente en la Escuela Reina Sofía, con la escuela rusa, con Zakhar Bron. Solo conocer esa manera de expresarse y su concepción de la vida por su historia ya fue un enriquecimiento. Igual que el cambio de bebé de España a Noruega y luego a EE UU por el trabajo de mi padre. Como ahora está sucediendo con mi hijo, que nació en Viena, se vino a España y viaja mucho conmigo. Es una manera de aprender y de curtirte. Luego estudié en Alemania y en Reino Unido me gradué con un profesor japonés, David Takeno. Y allí mismo aprendí con Rostopovich. Cada vez que venía a Londres me llamaba para trabajar en su casa y a veces nos veíamos en Rusia o España. Fue el profesor más generoso con el tiempo. Me dedicaba casi un día entero para explorar música y a lo mejor pasábamos una mañana entera aporreando un mismo compás. Todas esas vivencias enriquecen mucho.

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