Ernesto acude a la procesión de San Roque acompañado por su hijo Tilo, a quien ha legado su devoción. Sin embargo, no acuden para venerar al Santo, sino a su perro ya que "era él quien curaba las heridas a los enfermos", explica. por ello, Ernesto se declara devoto del popular cánico, "el Santo que acompañaba a San Roque".