Nieves y José María, ante la estatua del Capitán Nemo. // Marta G. Brea

"En uno de los sus buzos, a buen recaudo está". Así reza parte de la pista que el usuario Sufridores Celestes da a los amantes del geocaching para encontrar "el tesoro del capitán Nemo". La marea baja permitió a Nieves Santamaría y su marido, José María Solla, dar con él, en este juego de localización mediante coordenadas de GPS.

Este pasatiempo, que nació hace 15 años en Estados Unidos, cuenta en Vigo con más de doscientos geocachés -o contenedores- ocultos. Estos recipientes protegen una libreta para registrar los nombres de los que los descubren y, en ocasiones, objetos de valor simbólico. El premio es la propia aventura, la satisfacción de hallarlo y, muchas veces, el lugar en el que se encuentra, que suele tener valor histórico o paisajístico. En Cíes, por ejemplo, hay 17.

Con la prueba en la ensenada de San Simón, el jugador que escondió el tesoro quiso mostrar "una estatua con truco", que solo muestra a Nemo cuando la merea está alta y, según esta baja, va revelando un buzo en pie con un cofre, primero, y otro agachado, después. "Teníamos muchas ganas de encontrar este", cuenta Nieves y explica que se plantearon enfundarse el neopreno y sumegirse en el mar para encontrarlo. La bajada del nivel de mar les ha permitido hacerlo a pie.

A Nieves, técnico de laboratorio en el campus, le descubrió este juego un compañero de trabajo el pasado mes de julio y ahora lo practica con su marido, profesor de Educación Física. Gracu. Amante del senderismo, enseguida se enganchó, porque "no solo haces deporte, sino también turismo". Gracias a él, descubrieron rutas de molinos recuperadas o aldeas abandonadas. Las pruebas pueden consistir simplemente en hallar el contenedor con las coordenadas, en ir de una ubicación a otro a través de pistas, o en resolver un acertijo que te dé las coordenas, entre otras. Nieves ha encontrado "cosas muy curiosas". Entre ellas, en Tenerife, un caballo de juguete que quería "galopar". Era un rastreable, un objeto que los descubridores trasladan y que se rastrean mediante un código.