Entre la decoración del lujoso Café Suizo -uno de los locales de moda en el Vigo de finales del siglo XIX- el reclamo que más miradas atraía eran dos leyendas, en estilizadas mayúsculas blancas, serigrafiadas sobre el arco de entrada y bien visibles desde la calle Príncipe: English Spoken ("Se habla inglés") y Man Spricht Deutschm ("Se habla alemán"). Vigo frisaba entonces los 13.000 habitantes. Su economía no la situaba entre las grandes urbes del país. Y, sin embargo, en el bullicioso salón de aquel Café Suizo, entre mesas de billar, un elegante piano y el aroma de los mejores cafés de Europa, el cliente podía ojear los grandes rotativos británicos y germanos. Semejante contraste, explica José Ramón Cabanelas, autor de Vía Vigo -obra que acaba de publicar en colaboración con el Instituto de Estudios Vigueses- se explica pocas calles más abajo: la ciudad acogía, desde 1873, las oficinas del Eastern Telegraph Company Ltd. (el "Cable Inglés") y, desde 1896, las de la Deustch Atlantische Telegraphengesellchaft (el "Cable Alemán"). Cada una tenía instalada en la urbe su propia "colonia" de patriotas.

Las dos multinacionales habían escogido Vigo por su enclave como acceso a la península y las relajadas aguas de su ría. La aventura de ingleses y alemanes -posible gracias a cables submarinos instalados por titánicos buques que hollaban el Atlántico-, la impulsaba su afán de contactar con la industrializada EE UU y sus propias colonias. En la Europa del XX sin embargo los fines en blanco y negro apenas resisten. Pronto surgen los matices. Los avatares del continente, que protagonizó dos guerras mundiales -1914-1918 y 1939- 1945- en las que Inglaterra y Alemania jugaron papeles enfrentados, terminó situando a ambas oficinas y plantillas en una posición que les exigía ir más allá de la mera comunicación. Un nuevo rol que caló, muy pronto, en la sociedad olívica.

Hasta el estallido de la I Guerra Mundial la relación entre ingleses y alemanes en Vigo era fluida. Más que cordial. Ambas plantillas trabajaban codo con codo; compartían edificio en Velázquez Moreno y sus oficinas las separaba un simple tabique con dos ventanas. La amistad traspasaba las paredes del telégrafo. Germanos y británicos habían creado, cada uno, su propio equipo de fútbol y atletismo. En 1913 el campo de Coia llegó a acoger varias competiciones en las que las dos plantillas pugnaron por el oro. Otra prueba del buen ambiente reinante: cuando en 1910 el Cable Alemán inauguró su nueva residencia para empleados en la calle Pi y Margall a la fiesta asistieron, entre otros, el director del Cable Inglés en Vigo e importantes familias británicas, como los Owen o los Mackey.

En 1914 esa relación empezó a quebrarse y, en 1939, sus trozos volaron con el huracán de la II Guerra Mundial. "Había tensión entre ellos", reconoce Cabanelas. En el ambiente no solo fluctuaba un sentimiento patriótico. El telégrafo -elemento vital en las comunicaciones internacionales- jugaba un papel estratégico y quienes manejaban sus códigos se vieron convertidos en pieza clave de la contienda. Para más inri por las calles de Vigo -en la II Guerra Mundial España se posicionó claramente a favor del Eje- llegaron a coincidir agentes del Secret Intelligence Service -el popular M16- y de la Organización de Inteligencia Naval (O.I.N.). "Tener colaboradores entre el personal del Cable Inglés era algo prioritario para ellos", anota Cabanelas, quien no descarta que británicos y germanos llegasen incluso a pasearse por las calles olívicas provistos de armas.

Uno de los episodios más significativos ocurrió durante la I Guerra Mundial. Después de que Gran Bretaña declarase la guerra a Alemania -en agosto de 1914- los ingleses cortaron el cable germano Vigo-Edem a la altura del Canal de la Mancha. En esas mismas fechas el buque cablero "Stephan", a las órdenes de Berlín, declaraba quedarse atrapado en la ría de Vigo. Fuera o no una triquiñuela del Reich, el navío permitió paliar el corte de la señal submarina gracias a la estación de radiotelegrafía -sin hilos- que portaba a bordo. Otro intento de los alemanes para recuperar la señal fue erigir, en el Castro, una estación de radiotelegrafía. Cada episodio era seguido de cerca por los británicos. Durante el segundo conflicto mundial -por las oficinas de Velázquez Moreno transcurrieron mensajes cifrados con las máquinas "Enigma" o "Colossus"- la policía franquista llegó incluso a "pinchar" el teléfono del Cable Inglés. Tras la contienda el telégrafo británico se restauró en 1949 y el germano en 1954, aunque para entonces ya bajo control de Londres. El servicio de la ETC -siglas de la firma británica- se cerró en Vigo en 1969.