Año y medio después de implantarse, el telepeaje de la A-28 –autovía lusa empleada por miles de vigueses en sus viajes a Viana u Oporto– sigue actuando como un agujero negro que devora las estadísticas de tráfico. Los últimos datos oficiales de Portugal arrojan que desde 2010 la afluencia de vehículos por la autovía se desplomó un 28,7%. De los 32.255 conductores que la transitaban de media cada día en el primer trimestre de hace dos años se pasó, en el mismo período de 2012, a 22.995. Aunque la mayor caída (-25,4%) se registró entre 2010 y 2011 –las tasas se impusieron en octubre del 2010–, lo sorprendente es que, lejos de encontrar fondo, la sangría de vehículos continúa. De enero de 2011 a inicios de este año la caída superó el 4%.

En el global de la concesión Norte Litoral, que incluye además de la A-28, la A-27 entre Meadela y Ponte de Lima, la merma es del 28,2% desde 2010. Si en marzo de aquel año transitaban a diario por sus viales 28.498 coches de media, 12 meses después el dato había caído a solo 19.960. La merma es en cualquier caso bastante menor a la registrada en las últimas autovías en incorporar la polémica tasa. Por la concesión del Algarve –la A-22–, gravada desde diciembre de 2011, en marzo del ejercicio pasado circulaban a diario 13.516 vehículos. Este año lo hacían 6.135 (-54,6%). En términos de tráfico medio, durante el primer trimestre de 2012 la caída se elevó al 56,6%. Otros casos similares son los de la A-24 –Chaves-Viseau–, que registró una disminución del 37,4%; la A-23 (-38,6%); o la A-25 (25,7%).

El efecto arrastre de los peajes no se deja notar solo sobre el asfalto. La economía de las regiones lusas afectadas por las autovías de pago sienten en igual medida los efectos de la tasa. A finales de 2011 el alcalde de Viana, José María da Costa, reconocía a FARO que en su territorio habían echado el cierre 60 restaurantes próximos a la A-28. Del mismo modo, el efecto disuasorio del gravamen sobre los conductores gallegos ha recortado el flujo de turistas entre Portugal y Galicia. En Semana Santa la hostelería gallega constataba una disminución notable del cliente luso mientras sus compañeros del otro lado del Miño cifraban en un 25% la pérdida de huespedes españoles. Una de las instantáneas que mejor refleja el impacto de las tasas sobre el sector servicios lo reflejó por aquella época la A-22, en el Algarve, con colas kilométricas de españoles incapaces de pagar el complejo telepeaje.

Desde su implantación, a finales de 2010 en el norte, el sistema de los telepeajes suscitó críticas por su complejidad. Para un conductor extranjero afrontar el gravamen de la A-28 o la A-22 exige adquirir un dispositivo electrónico por 27,5 euros –más una recarga mínima de 10 euros que caduca en 90 días– o alquilarlo, por un depósito de 27,5 euros y coste de 6 euros la primera semana y 1,5 las sucesivas. La tercera alternativa es comprar a través de Internet vales temporales, como el que permite circular durante 72 horas por los viales gravados por 20 euros. Para simplificar ese proceso a principios de mayo los Gobiernos portugués y español se comprometieron a activar antes del verano en el norte un sistema piloto que compatibilizase los dispositivos digitales de la lusa Vía Verde y la española Vía T. Estradas de Portugal, por su parte, avanzó nuevos modos de pago. A día de hoy nada se sabe sin embargo sobre la evolución de esas decisiones.