El 16 de diciembre de 1881, informaba FARO sobre la entrada en servicio de la nueva cárcel en la calle del Príncipe. Culminaban así más de veinte años de proyectos y obra, pues su construcción había sido aprobada por el organismo ministerial competente nada menos que en mayo de 1861. Cuando se hizo el proyecto, el edificio se situaba al borde de la carretera de Orense y cuando se terminó estaba ya rodeado de viviendas.

En la crónica del periódico se destacaba que "en el día de ayer y con todas las formalidades que son de rigurosa observancia en estos casos, entregó el contratista D. José Lacámara Miranda, los departamentos y oficinas por hoy constituyen el edificio-cárcel pública del partido de Vigo".

A la recepción asistió "la junta respectiva, presidida por el- Sr; Juez de primera Instancia y con la intervención también del arquitecto director de las obras".

Fueron vistas "y con detenimiento examinadas todas las concluidas dependencias, que hallaron en buen estado y arregladas a los planos y condiciones económicas y facultativas que rigieron para la subasta; notándose con manifiesto agrado por lo señores asistentes señores" que las obras, lo mismo en detalle que en conjunto, llaman la atención, y forman un edificio modelo que nada tiene que envidiar a otros de su calse en relación con los adelantos modernos".

Por el resultado final de las obras, desde las páginas del periódico se felicitaba " sinceramente a todos los que de algún modo directa ó indirectamente, han contribuido a que Vigo cuente con un edificio de tanta, necesidad, como, algunos otros de que aún carece y nuestros plácemes son asimismo estensivos al celoso e ilustrado Arquitecto que dirigió las obras y al íntegro constructor de las mismas, uno de los más modestos hijos de la honradez y el trabajo".

Y es que después de tantos años, y de haber quedado desierto el concurso para dotar de mobiliario a las celdas de la nueva prisión, se ponía especial énfasis en que por fin "Vigo cuenta pues con un verdadero palacio elegante, solida y soberbiamente construido que además de servir para administrar justicia dignamente a todos los ciudadanos, puede dar albergue decoroso a los que impelidos por el viento de la fatalidad o de la desgracia caen en el negro abismo del crimen, y tienen que purgar sus faltas separados de la sociedad, aislados del trato de los hombres. ¡Ojalá sean pocos los desgraciados á quienes la traidora suerte o la perversidad de naturales instintos les obligue a sepultarse en aquellas estrechas celdillas, sufriendo los rigores de la justicia!".