Desembarcó el viernes en Vigo con entusiasmo y un diseño rompedor para transformar Praza do Rei. Rafael Moneo (Tudela, 1937), Premio Pritzker en 1996, cree en la ejecución de su proyecto, el primero que presenta en Galicia, pero advierte de que “sólo si la ciudadanía lo respalda tiene sentido hacerlo”. Se necesitan cuatro años para redactar el proyecto constructivo y acabar las obras, que incluyen el derribo de la torre, bajos comerciales y un aparcamiento de 1.330 plazas. No tiene prisa, su intención es que haya consenso sobre una propuesta que busca recuperar las vistas sobre la Ría y la conexión de la ciudad con el Castro. Quiere dignificar la plaza pero no busca dotar a Vigo de un referente que no necesita. “Su carácter y energía valen más que un pretendido símbolo arquitectónico”, advierte.

-¿Cree que los vigueses entenderán una propuesta tan rupturista para Praza do Rei?

-Confío en que sí. Éste es un plan ambicioso que busca revertir y desembarazarse de una operación urbanística no satisfactoria para la ciudad. Se propone recuperar el protagonismo de la geografía de Vigo desde una nueva actitud de respeto al medio. Enfrentarse a una operación en cierto modo atrevida como ésta requiere un consenso mayoritario. El alcalde y yo hablamos de que sólo si hay un quórum ciudadano amplio tiene sentido hacerlo.

-Los vigueses han visto recientemente como zozobraba el proyecto de Nouvel para el Puerto. ¿Cree que el suyo correrá mejor suerte y se ejecutará?

-(Sonríe) No lo veo imposible. A mi edad, creo que una obra de arquitectura tiene que estar respaldada por la sociedad a la que va a servir y en este caso creo que la propuesta es defendible ante los ciudadanos. Es la racionalidad del proyecto lo que me da confianza y me protege. No trajimos un diseño en el que uno tenga que hacer un acto de fe estética. Creo que es inteligible y que eso debería ayudar a que la ciudadanía soporte a la corporación local para seguir adelante.

-Se ha eludido hablar del coste de la actuación. ¿Es tan difícil aproximar una cifra?

-Es muy difícil cuando aún no nos hemos metido en detalle a pensar cada elemento ni los materiales de construcción. Pero insisto en que la propuesta es lo suficientemente realista como para que las entidades financieras valoren el riesgo de la operación. El diseño contempla 20.000 metros cuadrados de edificación a un coste por metro de entre 1.500 y 3.000 euros y otros 10.000 de interés comercial a los que se puede sacar provecho. A mayores, el aparcamiento debería autofinanciarse y, según nuestros cálculos, el desarrollo del Pepri de La Panificadora hace pensar que no será gravoso para las arcas municipales. Hoy nadie se embarca en una operación si no trae consigo una renta adicional que la financie, así que tranquilidad en cuanto a los costes porque valdrá menos que un Cristiano Ronaldo.

-En la presentación, las ideas clave fueron racionalidad y viabilidad. ¿Es intencionado el evitar elementos grandilocuentes y optar por la limpieza de formas?

-Desde el principio tuvimos claro que éste no era sólo el proyecto del nuevo ayuntamiento, es una intervención mucho más amplia que define un pedazo importante de la ciudad y en el que lo relevante era recuperar la convivencia con la naturaleza. Actuamos sobre una ciudadela perdida en un recinto amurallado con un proyecto que se esfuerza en restañar las heridas sobre el parque y el Castro. Se ha primado la funcionalidad.

-¿Por qué no se ha encontrado espacio en el proyecto al edificio de la biblioteca estatal?

-Este reto parte del encargo de un edificio para la biblioteca estatal, pero enseguida informé al alcalde de que con un sólo volumen no podía luchar contra un medio tan degradado y dignificar la plaza, así que le propuse un estudio más amplio para reorganizar todo el espacio y ese fue finalmente el encargo, transformar Praza do Rei.

-¿Tendría ahora cabida en el diseño que plantea?

-La biblioteca no estaba en nuestro programa de trabajo. El reto era otro y el proyecto de la biblioteca es algo que va segregado y depende del Concello, que o bien podría pedir que se incorpore luego como una pieza más a añadir a la plaza o decide llevarla a otro lugar. De todas formas, en la maqueta se plantea un edificio auxiliar delante de La Gota de Leche de unos 2.000 metros cuadrados y sin uso definido.

-Su trabajo en Vigo coincide con la paralización de la reforma de la zona centro del Puerto. ¿Es una buena receta el recurrir a primeras figuras en busca de obras emblemáticas?

-A mi edad, he comprendido que no hay que tener fe ciega en la condición taumatúrgica de los arquitectos. Conozco muy bien cómo proceden mis colegas y sé que el nombre de un arquitecto prestigioso no es garantía de un buen proyecto. No creo que haya que dar carta blanca a un arquitecto. He visto fracasos realmente colosales de profesionales de muchísimo prestigio.

-¿Es entonces fruto de la moda o mera tendencia el reunir a varios Premios Pritzker para diseñar el futuro de una ciudad?

-En este caso quiero resaltar que tanto Nouvel como Mayne y yo somos muy distintos. No emitiré juicios sobre nadie, pero encuentro mi trabajo muy diverso al de mis colegas y también nuestros intereses son distintos. Yo no hago trabajos por tener activo mi estudio o para añadir una obra a mi catálogo. Quiero que lo que haga esté bien, sea querido y dé servicio. Las ciudades deberían disponer de arquitectos de confianza para resolver sus problemas y plantear las grandes obras. La figura del arquitecto itinerante no siempre funciona.