La bodas por la Iglesia pierden interés: se reducen a un tercio en solo diez años

Mientras los enlaces religiosos menguan progresivamente, los civiles llegan a su máximo histórico, con 8.277 parejas registradas en 2022

Celebración de una boda en Santa María la Mayor, en Pontevedra

Celebración de una boda en Santa María la Mayor, en Pontevedra / Gustavo Santos

Jaime Pena

En 2012 en Galicia se casaron 3.653 parejas por la Iglesia, ahora este número ha cambiado. Apenas son 1.200 las bodas eclesiásticas que se registraron en 2022. Estas cifras, que continúan en progresivo descenso, apuntan a que los matrimonios religiosos están perdiendo su tradición y que la idea de pasar por el altar ha caído a un segundo plano.

En 2012 se contraían en la autonomía 9.505 matrimonios de los cuales 3.653 se celebraban por la Iglesia. En 2022, de 9.508 casamientos, 1.231 lo hacían en parroquias. Esto representa que, mientras que el número total de bodas se mantiene con el paso de los años, el porcentaje de parejas que lo hacen por la Iglesia disminuye progresivamente. Antes se optaba por este tipo de celebración en el 39% de los enlaces, frente al 13% en los que se hace actualmente. En resumen, diez años antes había el triple de matrimonios por la Iglesia. Y por contra, los enlaces civiles en la comunidad llegan a su máximo histórico, con 8.277 parejas registradas en 2022.

Por otra parte, la pandemia registró la cifra más baja de este de bodas por la Iglesia, con tan solo 526. Uriel, sacerdote de la parroquia de Rois, entre otras, explica que el confinamiento supuso un cambio en la mentalidad de los más jóvenes. Afirma que la gente sufrió una crisis existencial al ver que su libertad “se coartó”, pasando tres meses sin salir de casa, y ahora tienen miedo a comprometerse con algo a largo plazo, como lo es casarse por la Iglesia.

De hecho, si atendemos al gráfico elaborado por el Instituto Nacional de Estadística, apreciamos que el número de matrimonios religiosos no consiguió remontar el pronunciado descenso que se registró en el confinamiento, en 2021 llegaban tan solo a 883, cifra muy alejada respecto a los datos de años anteriores.

Uriel cree que la globalización es un fenómeno que atenta también contra el amor eterno: “La gran globalización nos ha afectado. Los jóvenes de hoy ya no son gallegos, son universales. Piensan de otra manera. Quieren vivir un estilo de vida diferente a los modelos clásicos. Ahora prima lo económico y se han perdido los valores familiares y de afectividad”, afirma.

Y es que hay muchas variables que influyen en este cambio de tradición. Una de ellas es, sin lugar a duda, el cambio del modelo de familia clásico, que estábamos acostumbrados a ver, a uno que apunta a cientos de posibilidades.

El modelo de familia numerosa, con cuatro o cinco hijos por hogar donde comparten todo, ha pasado a viviendas de un solo hijo u hogares monoparentales, y eso “ha influido muchísimo en la mentalidad de los jóvenes. En las casas donde hay solo un hijo que tiene todo para él no se crea el mismo entorno que en los de familia numerosa”, apunta Uriel.

El sacerdote explica que el principal valor que otorga casarse por la Iglesia es el del compromiso, a largo plazo, incluso para siempre. Para él, esto choca con la mentalidad actual de los jóvenes, que se asustan al escuchar la palabra eterno. “Están viviendo un carpe diem, un estilo de vida que parece que opaca todo lo duradero. La Iglesia en ese sentido exige estar enamorado de la otra persona y saber que estarán siempre juntos, incluso dando más hijos al mundo”.